Centroamericanos y ucranianos. Inmigrantes en México: una realidad contradictoria

agosto 31, 2022
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Campamentos de ucranianos y centroamericanos. Fotos: Omar Flores y Alonso Moreno/Grupo OEM.

Por Gonzalo Villanueva Ibarra

A más de 100 días de la invasión de Rusia a Ucrania, medios de comunicación alrededor del mundo han comentado innumerables bombardeos que resultan en miles de heridos, centenares de ucranianos a quienes les arrebataron la vida, y una gran cantidad de personas que se han visto forzadas a desplazarse de su hogar. La mayoría de estas personas desplazadas han tenido algún país europeo como destino, sin embargo, muchas otras han elegido algún país de América buscando obtener paz y seguridad para su familia.

No es casualidad que gran parte de las solicitudes de refugio para inmigrantes ucranianos que vienen a América sean recibidas por el gobierno mexicano. Estas solicitudes son de personas ucranianas que esperan ser atendidas en la frontera norte de México para entrar a los Estados Unidos. Bajo el programa Unión por Ucrania, el gobierno estadounidense busca cumplir con la promesa del presidente Joe Biden para recibir a familias ucranianas que huyan de la invasión rusa a su país.

El programa Unión por Ucrania contempla que las personas que sean admitidas pueden acceder a un permiso de permanencia temporal de dos años en los Estados Unidos.

El primer criterio para ser admitidos en el programa establece que se cuente con un patrocinador que les brinde apoyo financiero durante su estancia temporal. El segundo criterio indica que el beneficiario debía residir en Ucrania inmediatamente después de la invasión rusa (hasta el 11 de febrero de 2022). De esta forma, el gobierno estadounidense consigue que el permiso temporal no sea una excusa para ésta. 

Previo a este programa humanitario y a la invasión rusa misma, la ciudad de Tijuana ya era vista como una de las principales puertas de entrada para acceder a territorio estadounidense. Incluso dentro de videos recreativos en redes sociales, usuarios relatan lo sencillo que es llegar al aeropuerto de esta ciudad después de hacer escala en Cancún o en la Ciudad de México para posteriormente alquilar o comprar un coche y finalmente cruzar por alguno de los puntos autorizados hacia el país del norte. Ya en territorio gringo es más fácil iniciar el trámite de asilo o refugio.

Acorde a cifras oficiales del Boletín Mensual de Estadísticas Migratorias del Gobierno de México, de enero a mayo del presente año se han presentado 38 mil 923 entradas aéreas de personas ucranianas a México; la mayoría de ellas llegaron a los aeropuertos internacionales de Mérida o de la Ciudad de México.

Un hecho que resulta particular para observar es que, al momento de entrar a México, la mayoría de las personas ucranianas no ingresan bajo el término de refugiadas, sino de turistas. El refugio lo buscan al ingresar a los Estados Unidos. Este hecho marca una diferencia significativa con relación a los inmigrantes centroamericanos, quienes aunque en su mayoría también buscan llegar a Estados Unidos para trabajar, atraviesan el territorio mexicano con mayor incertidumbre, sometidos a fuertes condiciones de vulnerabilidad.

Migrantes ucranianos jugando voleibol en un campamento en México.

Más allá del señalamiento por el término pertinente para el estatus de los ucranianos que llegan a México, es necesario mencionar el cúmulo de experiencias derivadas de ello. No es común ver a familias ucranianas en un refugio o albergue para migrantes establecidos décadas atrás, tampoco lo es verlas atravesando las rutas migratorias más comunes del país, como tampoco lo es siquiera imaginarlas en los cruceros como vendedores ambulantes o simplemente pidiendo dinero en alguna avenida relevante en las ciudades del norte de México.

Al mismo tiempo, los recintos de Tijuana que funcionan como una especie de albergue temporal para los inmigrantes ucranianos reciben numerosos voluntarios que buscan colaborar para que estas personas vean sobrellevadas sus necesidades cotidianas. Cabe mencionar que este trámite les suele llevar pocos días o incluso horas a los inmigrantes ucranianos.

Por otro lado, es cada vez más común, sobre todo en los estados del norte y del sur de México, tener los albergues y refugios para migrantes saturados y carentes de personal. De igual forma es común ver a familias de inmigrantes centroamericanos teniendo complicaciones diarias para solventar sus necesidades más básicas o simplemente buscando cómo desplazarse por territorio mexicano.

Los centroamericanos luchan cada día por sobrevivir durante la ruta migratoria.

Respecto a este tema, el gobierno mexicano se ha visto en una fuerte encrucijada. Iniciando con una política de abrazos, no balazos, entendida como un llamado a la pacificación y prevención de conflictos, el presidente Andrés Manuel ha ido modificando su discurso acerca de la dinámica migratoria centroamericana en el país en función de las exigencias de la clase política del vecino país del norte.

Las duras políticas actuales en materia de migración se ven reflejadas en acciones concretas que invaden diferentes esferas sociales. Una de ellas es la prohibición a empresas del transporte comercial que operan en las centrales camioneras del país para vender boletos de viaje a personas inmigrantes de procedencia centroamericana. Lo que, en su mayoría, lleva a estas personas a ir caminando por las carreteras. Ni siquiera pueden ser auxiliadas por ciudadanos mexicanos que, al ver el esfuerzo por desplazarse bajo temperaturas cada vez más altas, sientan empatía por ellas y brinden sus vehículos privados para darles un aventón ya que, de hacerlo, pueden ser inculpados de cometer tráfico de personas.

Estos hechos, lejos de ser anecdóticos, son muy graves, siguiendo al teórico político Chandran Kukathas, controlar las acciones que pueden realizar los inmigrantes al interior de un país requiere controlar lo que piensan los ciudadanos nacionales respecto a este tema. Es decir, para los Estados resulta necesario controlar las ideas en torno a la migración respaldándose en el ámbito educativo, las políticas públicas y el mercado de trabajo. Controlar la inmigración requiere controlar a la sociedad.

De esta forma, se tiene una disyuntiva que puede interpretarse como injusta, donde el trato que reciben dos grupos sociales es distinto cuando en esencia comparten características fundamentales.

Por un lado, el grupo de inmigrantes ucranianos que huyendo de la invasión rusa que puso en riesgo su patrimonio, su seguridad y su vida misma vienen a México para iniciar su proceso de refugio en los Estados Unidos teniendo un desplazamiento no tan turbulento en su día a día, llegan al país en avión e incluso se pueden desplazar por este medio hasta que llegan a Tijuana.

Por el otro lado, los inmigrantes centroamericanos llegan a México casi en su totalidad por medios terrestres o en lanchas a la frontera sur del país. También emigrando por condiciones sociales que ponen en riesgo su vida y la de sus familias.

Muchos de ellos huyendo del cobro de suelo abusivo que les hacen las maras por tener un negocio propio o del constante atosigamiento para ser obligados a distribuir drogas en las colonias de su ciudad y, en casos más graves, huyendo de ser obligados a realizar trabajos sexuales para terceros.

Al igual que muchos otros países, México es un Estado que vive en constantes contradicciones discursivas. Se realzan los ideales y el respeto a las culturas autóctonas, pero al mismo tiempo se extienden los valores de la globalización como el individualismo y la cultura del esfuerzo para movilizarse socialmente. El diferente trato a los inmigrantes es otra de estas contradicciones.

El cambiar esta contradicción es un hecho que puede resultar ajeno a la sociedad civil. Lo que sí puede hacer es cuestionarse qué tan normalizado está el control de las libertades en favor de los gobiernos modernos. Cuestionarse si la inmigración impide que la riqueza se distribuya igualmente. Cuestionarse si la batalla es contra los inmigrantes o contra los grupos que acaparan la riqueza. Hay que cuestionarse a quiénes se busca proteger en la sociedad y por qué. Siempre hay que cuestionar.

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