Por Gonzalo Villanueva Ibarra
Primero los datos. De acuerdo con la información de IMDB pro, sitio rector en estadísticas para cine y televisión en todo el mundo, la película dirigida por Greta Gerwig y producida por Warner Bros tuvo un costo de producción de aproximadamente $100 millones de dólares, sin contabilizar los gastos de su campaña publicitaria que, dicho sea de paso, no fue discreta.
La inversión del estudio norteamericano se vio rápidamente solventada por las cuadrillas de fans que arribaron a los cines de todo el mundo para el fenómeno pop del año. Tan solo en su fin de semana de estreno, la cinta debutó con $162,022,044 millones de dólares tan solo en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, en todo el mundo acumuló la asombrosa cifra de $337 millones de dólares. En el caso de México, las cifras de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica [CANACINE] muestran que del 17 al 23 de julio Barbie fue vista por 5.3 millones de espectadores dejando un acumulado de $390 millones de pesos en la taquilla nacional.
A la par de estos datos, la cinta sobre la famosa muñeca de Mattel ha tenido numerosas referencias y abordajes de las redes sociales. Basta con abrir Tik Tok , los reels de Instagram o los shorts de YouTube para que el algoritmo haga su trabajo como caja de resonancia y convierta los temas que aborda la cinta en tendencias de las que cualquier persona quiere opinar y brindar su punto de vista.
La película es una representación más de “El viaje del héroe” de Joseph Campbell; Barbie sale de un mundo conocido hacia uno de naturaleza incierta, acude con una especie de guardiana del umbral que le señala por donde tiene que ir y la incita a comenzar su proceso de transformación, cuenta con un aliado quien en apariencia inicial le ayuda con los retos de su aventura. Inherentemente la protagonista cae en un abismo que la lleva a la expiación de sus errores para dar cuenta de su proceso de renacimiento donde, gracias a que ha modificado su ser, es capaz de impactar en sus compañeras del mundo original.
En este sentido, la película tiene un logro considerable, entiende de buena forma los elementos y los tiempos para que empaticemos con el viaje de autodescubrimiento de un personaje basado en un juguete.
Incluso, la directora comienza con una interesante referencia al cine de culto montando casi con fidelidad una de las emblemáticas escenas de Odisea en el espacio (1968) de Kubrick. Esto no hace sino elevar las expectativas de cualquier espectador de cine que se diga cinéfilo.
La historia protagonizada por Margot Robbie va provocando risas efímeras para tocar el tema del patriarcado y la puesta en escena de conductas que pueden enmarcarse en la masculinidad frágil. Aunque en la cinta es perceptible un tono de sátira social, podemos decir que más de una persona podría afirmar que el comportamiento de Ryan Gosling, coprotagonista de la cinta, no está totalmente en el absurdo y más bien es una certera representación del caudal común de los hombres en la cotidianeidad.
Ahora bien, aunado a lo evidente que resulta la historia de Barbie como una reflexión prudente y directa hacia los estereotipos de género, vale la pena plantear la interrogante de qué es lo que hay detrás de su boom mediático.
El reconocimiento de los temas de género en el espacio público se posiciona cada vez más a través de los medios de comunicación, las redes sociales y sobre todo de los productos de entretenimiento. A final de cuentas, las casas productoras capitalizan el desencanto político de la población por el incremento de la igualdad social y el aumento de su sensibilidad moral resultante de los movimientos sociales que focalizan el valor político de las experiencias de menosprecio sociocultural. De esta forma, la búsqueda del respeto y la dignidad puede tener signo de dinero.
Barbie se posiciona a sí misma como un emblema anticapitalista y anti-heteropatriarcado, que, partiendo de una gran maquinaria presupuestal y mediática, brinda a la directora el escenario ideal para trastocar el significado cultural de la muñeca más famosa.
Señalando que la famosa muñeca ha fungido como referente de belleza para varias generaciones, la directora critica, a través del personaje de Sasha, el papel de la muñeca en el escenario contemporáneo como estereotipo inalcanzable y la incitación al consumo.
Pero, es notable que, a pesar de las buenas intenciones de criticar y reflexionar respecto al funcionamiento del sistema, la cinta cae en un juego de contradicciones. El exceso de parodias hace que pierdan fuerza algunos elementos valiosos en sí mismos, por ejemplo, el discurso de América Ferrera acerca de lo imposible que se torna ser mujer debido a las múltiples exigencias de la sociedad queda eclipsado por la graciosa resolución del conflicto que marca el inicio del tercer acto de la película.
Y es que la cinta se cansa de seguir un esquema de estímulo y reacción, de necesidad y satisfacción, de problema y solución, de propósito y acción. Esto incita que se abarque demasiado y que las respuestas mostradas no hagan justicia del entramado de relaciones sociales detrás de las dinámicas de género. Siguiendo esta lógica simple podríamos entender que los motivos detrás de las conductas patriarcales solo esperan a ser develados y señalados bajo una protesta elocuente para ser dejados atrás.
Es concebirnos como una máquina que solo tiene que funcionar bien, que está descompuesta y que tiene que esperar a ser reparada para encausar su camino, basta recordar la manera en que las Barbies inician su revolución frente al patriarcado instaurado por los Ken en Barbieland.
Si se entiende al cine como un medio político, Barbie se queda corta en su afán de criticar un mundo de simulaciones y trastocar la imaginación masculina; parece estar más cercana a un ejemplo de woke washing, donde las grandes compañías del mercado quieren mostrar sensibilidad por una causa social, aunque en realidad siguen dañando a sectores vulnerables con sus prácticas habituales.
Respondiendo la pregunta inicial: Barbie es una fiesta social y mediática, el capitalismo ha vuelto a triunfar.
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