Ganó el clientelismo

junio 15, 2023
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Alétheia

Por Jesús Gerardo Puentes Balderas

La jornada electoral del pasado domingo 4 de junio fue un reflejo del ambiente de la precampaña y campaña en Coahuila de Zaragoza: gris y sin levantar el más mínimo entusiasmo –lo cual tuvo su lado positivo, habida cuenta que transcurrió sin sobresaltos–.

La participación ciudadana fue del orden del 56% –un poco más de un millón 325 mil coahuilenses ejercieron su derecho al voto–; sin embargo, la mayoría no lo hizo en libertad ni convencida de su deber civil: muchos ciudadanos fueron acarreados y coaccionados para votar por tal o cual partido.

Las casas amigas, los operadores y las lideresas hicieron su trabajo con diligencia y precisión. La compra del voto, las dádivas y prebendas corrieron desde días antes e, incluso, durante la jornada electoral la amenaza de sacar a los votantes de los programas sociales fue una constante, así como solicitarles que demostraran con fotografías su sufragio. 

Es tan escaso nuestro valor cívico, que no dimensionamos el verdadero valor de nuestro voto. La mayoría acepta sumisamente que se violente su voto libre, secreto y personal.

Respecto al triunfo del candidato oficialista, no hubo sorpresa. Factores como el apoyo del aparato del Estado, la mayoría de los gobiernos municipales a su favor, casi dos años de campaña, una estructura clientelar bien aceitada, un gobernador bien evaluado, una buena selección de la candidatura y un estado aparentemente en paz, le representaron una clara ventaja, la que se reforzó vía la alianza con el PAN, que fuera su acérrimo enemigo y, en menor grado, con el PRD, comparsa de los Moreira; pero sobre todo por la división y fractura de la oposición (PT, PVEM, UDC y Morena), así como merced a la debacle y vergonzoso papel del candidato Guadiana.

La sorpresa mayor, sin lugar a duda, fue la diferencia entre la Alianza Ciudadana por la Seguridad y Morena, la cual, de acuerdo con el PREP, al corte de las 13:15 horas del 5 de junio, era de más del 35% (461 mil votos).

De los 741 mil votos reportados en el PREP para la Alianza Ciudadana por la Seguridad, 615 mil fueron para el tricolor; 550 mil corresponden a su estructura –léase “clientela”–, a la cual coacciona mediante dádivas y por 200 pesos compra su voluntad.

Los restantes 126 mil votos se repartieron entre el PAN y el PRD con 90 mil y 36 mil respectivamente. Más de 65 mil ciudadanos votaron por diversas razones por la alianza triunfadora. 

Cabría preguntarnos: 

¿Cuántos ciudadanos acudieron a votar para consagrar su derecho y cumplir su obligación cívica? ¿Cuántos lo hicieron simplemente por sentirse parte del grupo ganador o por identidad y no por un razonamiento del sufragio? ¿Cuántos lo hicieron por miedo a volver a vivir la inseguridad ocurrida en el periodo de 2008 a 2012 y que hoy viven nuestros hermanos de Zacatecas, San Luis Potosí, Sonora y Colima, entre otros? ¿Cuántos lo hicieron por un sentimiento anti AMLO? ¿Cuántos lo hicieron por el efecto triunfador de la Alianza Ciudadana por la Seguridad, ante lo contrario mostrado por los partidos de la mal llamada Cuarta Transformación? 

Esto último, sobre todo, fue el real motivo de sumar al PAN y al PRD: dar la imagen de unión y fortaleza, mas no por lo que pudieran, realmente, aportar.

Lo sucedido en este 2023 en Coahuila no necesariamente se repetirá en 2024. Morena y PT, prácticamente sin hacer campaña ni mínimo esfuerzo, obtuvieron altos niveles de votación en varios municipios –sobre todo en la pista de diputados, más que en la de gobernador–, lo que no ocurrió con el PAN y el PRD: el primero, vergonzosamente con el peor porcentaje de votos obtenidos en toda su historia; el otro no alcanzó siquiera el registro local como partido. A pesar de ello, la Alianza Ciudadana por la Seguridad logró el efecto deseado en la población, aunque no con el entusiasmo esperado.

El 56% de participación ciudadana es menor al obtenido en los cinco comicios anteriores, con excepción del 2020 (elección en medio de la pandemia). Existe un alto porcentaje de ciudadanos que no participaron ya sea por hartazgo, apatía o desánimo al ver que ya estaban definidos los resultados.

Resulta clarísimo que pasaremos a la historia como tierra de dinosaurios. Seremos el último estado con alguna perspectiva de alternancia en el poder, pero, independientemente de ello, los más optimistas continuaremos esperando que los ciudadanos decidan votar en libertad, con dignidad, conciencia y civilidad.

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