Científicos sociales ayudan a buscadoras

septiembre 27, 2022
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Colectivos buscando restos en Coahuila. Foto: Gobierno del estado.

Por Gonzalo Villanueva 

Carlos es licenciado en Arqueología; Juan es doctor en Antropología física. Sus profesiones los perfilaban al estudio de los vestigios culturales de México: pirámides y ruinas prehispánicas, pinturas rupestres, restos de dinosaurios…

Pero la realidad del país les cambió el paradigma: ahora buscan desaparecidos. Conciben como vestigios los restos de personas que fueron disueltas en ácido o que fueron enterradas en una fosa común en algún terreno desolado.

En ambos, sus conocimientos científicos son fundamentales: como arqueólogo, Carlos tiene formación en ciencias biológicas y químicas que le permiten estudiar restos humanos a lo largo del tiempo. A Juan, la antropología le ayuda a entender el contexto, el paisaje, los grupos sociales y la búsqueda de evidencias culturales e imaginar así cómo vivía un grupo de personas en un lugar y en un periodo de tiempo específicos.

Se conocieron en 2013, cuando se formó la Asociación Mexicana de Antropología Forense, una de las varias iniciativas lanzadas para formar equipos de forenses mexicanos que se dedicaran a la búsqueda de restos humanos.

Desde entonces trabajan “hombro con hombro” en Coahuila, cuya población padece los estragos de la violencia extrema y, en particular, una de sus expresiones: la desaparición de personas.

Los datos son elocuentes: de acuerdo con los más recientes datos de la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación, en Coahuila se ha registrado la desaparición de 4 mil 416 personas, de las cuales, 3 mil 589 (81.2% del total) siguen sin ser localizadas, de acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, hasta agosto 2022.

Carlos y Juan, quienes en entrevista con El Coahuilense explican su trabajo en una organización civil, ofrecen su testimonio como científicos sociales que se dedican de tiempo completo a la búsqueda de restos de personas desaparecidas.

Lo hacen desde trincheras inimaginables para el ciudadano común, con recursos limitados y la búsqueda continua de colaboraciones interinstitucionales que solventen las carencias del Estado. Arqueólogos y antropólogos marcan el camino para ayudar a las familias a encontrar los restos de su ser querido.

LA CIENCIA EN LA BÚSQUEDA

Para Carlos y Juan, la apatía de la sociedad ante las diferentes problemáticas es patente. Aventuran: “Quizá la vida industrial de aquí en el norte provoca que las personas estén perdidas en su cotidianidad”.

Sin embargo, mencionan que una vez que se despierta la percepción e interés social por lo que pasa a diario en el país es difícil dejar de cuestionarse la necesidad de un equipo forense para entender la búsqueda de personas desaparecidas.

Uno de sus primeros trabajos fue un proyecto de Cruz Roja Internacional donde su labor consistió en visitar panteones en cuatro estados de México para ver cómo estaban organizados. A pesar de que se realizó un arduo trabajo con financiamiento internacional, el producto final fue un reporte detallado de las condiciones de los panteones, que nunca salió a la luz pública, fue cortado de tajo. Juan y Carlos aún se preguntan si algún interés político se vio comprometido con este trabajo y por ello se decidió no publicar los resultados.

Son muchas las adversidades a las que se enfrentan en su labor cotidiana. A nivel federal, admiten que a pesar de la creación de nuevas dependencias en el Estado que atienden la búsqueda de personas desaparecidas la modalidad de freelance todavía es bastante común para los antropólogos forenses.

En Coahuila, dicen, lamentablemente hay mucho trabajo en la búsqueda de restos óseos en regiones específicas del estado, por ejemplo, Torreón y el área norte.

Su labor se centra en casos de “larga data”, esto es, casos que llevan años sin ser resueltos.

A través de la asociación civil de la que forman parte, seleccionan aquellos casos que contengan mayores elementos, que brinden pruebas para comprobarse en el ámbito judicial. De esta forma atienden casos que han quedado rezagados de alguna forma en la fiscalía del estado. 

Reconocen que es un trabajo de largo aliento para todos los involucrados.

Al mismo tiempo explican que el común de las instituciones es trabajar el mínimo con el mínimo de recurso. Es labor de unos cuantos encarrilar los diferentes esfuerzos para lograr el mejor resultado en la medida de lo posible. Aunque la jerarquía legal de las operaciones recae en el ministerio público, en muchas ocasiones Juan y Carlos son quienes guían los esfuerzos de diversas dependencias en una operación.

También colaboran como una especie de consultores que, gracias a la práctica y experiencias, aconsejan a los colectivos y a las familias acerca de cómo legitimar la búsqueda de su ser querido a nivel institucional para comenzar con las operaciones necesarias. Es necesario mencionar que antes de la búsqueda forense, en primera instancia es importante tipificar la desaparición y emprender consultas en hospitales, ministerios públicos, dependencias de migración, entre otras. Esto con el propósito de tratar de dar cuenta del paradero en vida de la persona desaparecida.

En este punto distinguen otro foco rojo de su práctica:

“La búsqueda forense debe hacerse a la par de la búsqueda de la víctima en vida; pero seamos realistas, para México estas cosas no suceden, los casos son demasiados y falta material humano. Además de que hay muchos especialistas que no están enfocados en esta área, principalmente por el aspecto económico”.

También reconocen el valor de la incorporación de los cuerpos de antropología forense extranjeros que han colaborado en numerosos casos en México. Pero, señalan que esto tiene una desventaja para la sociedad mexicana, ya que al traer a especialistas desde fuera no se tiene la creación de capital humano en las regiones que atiendan la problemática desde dentro.

En ese punto se hace más relevante su trabajo y experiencia. Incluso invitan a que más personas de la entidad colaboren, es necesario, aunque lamentablemente no hay antropología en las universidades de aquí, quizá se pueden sumar desde otras materias.

LA BÚSQUEDA DE DESAPARECIDOS A NIVEL CULTURAL

Emprender la búsqueda de restos óseos que den cuenta del destino que sufrió una persona no sólo comprende aspectos operativos como el cavar en un terreno a las afueras de la ciudad o usar determinada pala. También implica analizar el entorno e interpretarlo para recrear las condiciones, en las que una o varias personas pudieron desaparecer en la región.

En este punto es necesario reconocer el valor de los científicos sociales para la resolución de problemáticas sociales. 

Los entrevistados exponen: “En arqueología siempre vemos a los grupos de personas como objetos de análisis, esto a través de categorías que vamos creando. La región te da unas particularidades humanas, geográficas, sociales y modos, por ejemplo, vemos que aquí la gente anda mucho en auto, la geografía permite que se accione la desaparición de personas en lugares desolados, donde nadie los vea. Las dimensiones del estado permiten moverte con facilidad entre brechas […]”.

En reiteradas ocasiones, Juan y Carlos plantean la necesidad de que todas las personas se involucren en esta problemática social que sigue vigente para nuestra entidad. Señalan que los valores de la sociedad incentivan la producción de capital individual, que resulta en preocupaciones egoístas, donde muchas veces no se cuestionan la prevalencia de las instituciones de búsqueda de personas desaparecidas sino hasta que les toca.

Estos delitos no deben pasar desapercibidos para las agendas de opinión pública ni resultarnos indiferentes a los ciudadanos comunes, son hechos que nos aquejan a todos, al ser resultado de la sociedad que integramos.

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