Fanatismo: cuando la pasión se convierte en peligro

abril 18, 2024
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Lo peligroso del significado de la palabra fanatismo, es la palabra “desmedida”.
EL COAHUILENSE

Por F. Abraham Tobías Hernández

#DatoMamuco: 

El sobrino de Hitler, William Patrick Hitler, 

se alistó a la Marina de Estados Unidos 

y luchó en la guerra contra su tío.

De acuerdo con el Diccionario de la lengua española, “fanatismo” es el apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas. Atendiendo a la RAE (para los amlovers no es referencia), lo peligroso aquí, es la palabra “desmedida” y ésta significa algo “desproporcionado, falto de medida, que no tiene término”; yo le agregaría: fuera de la razón, pensar y sentir sólo con el hígado.

Su manifestación ha estado presente en diversas maneras y contextos durante la historia de la humanidad, desde la religión, deportes, cultura y política. La devoción extrema de un fanático hacia una creencia, idea o persona resulta peligrosa al volverlo irracional en su posición. 

Ese actuar puede desencadenar violencia, intolerancia y conflictos no sólo individuales, sino sociales. La falta de raciocinio nos lleva a extremos peligrosos, la ceguera nos hace pensar con los intestinos, y éstos funcionan para procesar los alimentos y desechar ya saben qué. Quien con el estómago deja de lado el cerebro y el corazón da cabida al producto de su digestión.

¿Qué es la “razón”?

Es la facultad de discurrir, entendimiento, raciocinio, intelecto, inteligencia, perspicacia, sagacidad, racionalidad, juicio. Al estar en “modo fanático” esta facultad no se pierde, pero se inhibe llevando a una persona a un estado animal. Exacto, mi querido lector, la diferencia entre nosotros y las bestias es eso: la razón.

Volviendo al fanatismo, una de sus características es la naturaleza dogmática y cerrada a la razón y al diálogo; convierte al ser humano en un animal irracional, un borrego o parte de una manada que no sabe hacia dónde va; el único objetivo se vuelve seguir a un líder y morir por una idea, aunque ésta sea estúpida y el líder un idiota. 

Los fanáticos tienden a adherirse de manera inquebrantable a sus creencias, sin considerar evidencia contraria o argumentos racionales que las cuestionen. Esta rigidez mental puede llevar a la intolerancia hacia quienes no comparten esas creencias, generando divisiones y conflictos en la sociedad.

Esta conducta puede surgir en diferentes ámbitos; en el religioso, por ejemplo, puede manifestarse en extremismo, fundamentalismo y persecución. Esa intolerancia lleva a sus devotos a estar dispuestos a cometer actos violentos en nombre de su fe, justificándolos como una expresión del fervor y fidelidad a sus principios. Judíos vs. musulmanes, cristianos vs. judíos y musulmanes vs. cristianos llevan a cabo “guerras santas” para imponer la creencia de una deidad; en el caso de estas tres religiones, la imposición del mismo Dios.

En el ámbito del deporte puede manifestarse de manera violenta en los estadios y rivalidades extremas entre aficionados de equipos contrarios. La pasión por un color o playera puede llegar a eclipsar valores como el respeto y la deportividad dando lugar a cruentos enfrentamientos que ponen en peligro la seguridad de los espectadores y de los propios deportistas. Los aficionados de una franquicia deportiva no sólo insultan, sino lesionan y matan a los aficionados de otra banca; Monterrey, Querétaro y Torreón son testigos de ello.

También puede manifestarse en la censura e intolerancia hacia maneras de expresión artística y cultural consideradas como amenazas a las creencias establecidas. Los fanáticos culturales pueden intentar imponer su visión del mundo mediante la represión y la exclusión de aquello que consideran como “diferente” o “inaceptable”. Por ejemplo, un rockero llega a repudiar a un grupero o reguetonero y viceversa, como si tu preferencia musical te definiera como bueno o malo, inteligente o estúpido, trabajador o flojo, etcétera. ¿Cómo odiar a alguien por sus gustos?

En la arena política puede llevar a la radicalización y autoritarismo. Los seguidores de determinadas posiciones ideológicas pueden rechazar cualquier manera de oposición y estar dispuestos a recurrir a la violencia para imponer sus puntos de vista. Esto puede conducir a regímenes totalitarios y a la supresión de las libertades individuales en aras de un supuesto bien común. ¡Uuuuuuuy…! Para muestra, un botón: si el cielo es azul y AMLO dice: “Es rosa mexicano”, empezando por Claudia, sus seguidores insultarán a quienes lo vemos azul, aún con pruebas científicas, volviéndolos “terraplanistas”. 

El fanatismo creado por Andrés Manuel va tener un costo alto para el país, la apuesta del presidente es que su secta lo defienda a capa y espada sin razón alguna.

Combatirlo es un desafío complejo y requiere de un enfoque multidimensional. Es necesario promover la educación, el pensamiento crítico y el respeto por la diversidad como herramientas para contrarrestar la intolerancia y el dogmatismo. Asimismo es fundamental fomentar el diálogo y el entendimiento entre diferentes grupos sociales, religiosos, políticos y culturales buscando puntos de encuentro y soluciones pacíficas a los conflictos.

Cuando se entra en estado fanático la actividad cerebral y la capacidad cognitiva disminuyen, y aumenta la probabilidad de caer en conductas disruptivas o violentas. Limita la libertad, empobrece el orden psíquico, incomunica, limita la autocrítica y el afán de superación; reduce la riqueza de matices de la vida y en muchos casos desemboca en la negación de la dignidad humana. Es un obstáculo para la convivencia pacífica y el progreso de la humanidad. Sólo mediante el respeto mutuo, tolerancia y entendimiento podemos construir sociedades más justas, inclusivas y democráticas donde las diferencias sean valoradas y celebradas en lugar de ser motivo de conflicto y división.

Por cierto, vamos para atrás, termino con la frase de Denis Diderot: “Del fanatismo a la barbarie hay un solo paso”. ¡Aguas raza!, hay quienes están a menos de eso.

@AbrahamTobias

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