Los sueños del tatuador Ramón Pérez

enero 2, 2023
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Por Mariana Santos

En zona centro, específicamente en la calle General Nicolás Bravo, atrás de la emblemática Catedral de Saltillo, el sonido de una máquina de tatuajes conduce al estudio “Taxco”.

En su interior se encuentra Ramón Pérez, mejor conocido como El Tigre, originario de Taxco, Guerrero, quien lleva 43 años ejerciendo el oficio de tatuador.

El mundo del tatuaje ha sido satanizado y a las personas que lo realizan se les ha discriminado. Ramón Pérez lo ha sufrido. La policía le quitó en una ocasión sus catálogos, batalló para conseguir un local y fue investigado…todo debido a su profesión.

En el siglo XXI esto ha ido cambiando. La información y la lucha que los tatuadores han llevado a cabo han dejado atrás los estereotipos que se les asignan.

“El movimiento del tatuaje para mí ha sido una universidad, donde he podido conocer la libertad, porque anteriormente éramos agredidos. Sin embargo, ahorita se cumple un sueño, un deseo grande: que yo pueda vivir del tatuaje, que pueda viajar por el tatuaje y que la gente me respete”, expresa Ramón Pérez.

El Tigre conoció el mundo de los tatuajes en 1979, cuando estaba en la Fuerza Aérea. Grabó su primer tatuaje sobre sí mismo, a la antigua, con una aguja, sin miedo al dolor.

En los años noventa un conocido le facilitó una máquina casera y decidió realizarse otro tatuaje. Desgracia o suerte, otro día un hombre no le devolvió un dinero que le había prestado. Le pagó con dos máquinas de tatuar. Desde ese momento Ramón comenzó a tatuar de día y de noche sin parar. Con esfuerzo consiguió una máquina semiprofesional. En el año 2000 conoció a los hermanos Gudoy, quienes rompieron el récord Guinness de la mujer más tatuada del mundo, llamada Julia. Los Gudoy construyen también máquinas profesionales y Ramón cuenta con una de ellas.

Ramón Pérez llegó a Saltillo gracias a un amigo suyo, quien lo invitó a descubrir esta ciudad. Su primer cliente saltillense fue un muchacho que encontró en la calle.

Después, con un estilo muy underground, realizó su labor en una casa de la calle Aldama, donde tatuaba en una cama.

Luego le prestaron la instalación de la antigua platería Taxco y poco a poco comenzaron a llegar los clientes, que Ramón menciona eran unos personajes muy artísticos.

Su sobrenombre de El Tigre nació en los ochenta debido a que el tatuador apoyaba movimientos sociales de su comunidad, a cuyos integrantes daba un consejo: que el activismo lo realizaran como un tigre.

Se convirtió en un referente en la ciudad de Saltillo debido a que no busca ganar dinero, sino crear un ambiente familiar y seguro para sus clientes, dejando atrás la creencia de que los tatuajes son perjudiciales.

Un tatuaje es un grabado que durará toda la vida y que tiene un significado especial. Ramón es buscado especialmente por eso: crear, a partir de su creatividad y su visión indígena, una huella única que estará siempre.

El Tigre mezcla en los tatuajes sus raíces indígenas y su activismo. Por ejemplo, plasma el movimiento llamado “Zapal”, el cual tiene el propósito de realzar la montaña para que las generaciones futuras comprendan la importancia de la naturaleza.

Ramón dice que se inició en el activismo debido a que desde niño asumió el compromiso de ayudar a su pueblo de Taxco y visibilizar, sin modificar, las costumbres indígenas.

Cuenta que estuvo en Fuerza Aérea para cumplir el sueño de volar, ya que cuando era niño se imaginaba en la torre de la iglesia de Taxco con una sábana volando en la noche oscura.

En el mundo del tatuaje todo evoluciona. Hay nuevas técnicas que Ramón aprende con sus amigos de distintas nacionalidades: japoneses, canadienses, coreanos y polacos. Comparte con ellos técnicas y habilidades. Se apoyan entre todos.

Tatuar es un gran reto y uno que vivió Ramón Pérez fue realizar un tatuaje durante 18 horas seguidas, sin comer y sin dormir, algo que ya no hace debido a que afecta su salud.

Actualmente Taxco cuenta con dos instalaciones: la principal, en la calle General Nicolás Bravo, en zona centro; y en boulevard Nazario Ortiz, donde –a punta de tinta y máquina— El Tigre siempre está dispuesto a convertir las ideas de sus clientes en arte sobre su piel.

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