Pasos de fe, raíces de identidad

julio 21, 2025
1 min de lectura

Saltillo, Coahuila.- Cuatro de la tarde. Un cielo despejado y la fe recorriendo las calles del Callejón Ojo de Agua. Como parte de las celebraciones por el 448 aniversario de la ciudad de Saltillo, se llevó a cabo uno de los eventos religiosos más significativos: la Gran Matlachinada “Pasos de fe, raíces de identidad”.

La fe es algo que siempre une a los seres humanos. No importa en qué creas, siempre tiene el poder de acercarnos unos a otros. Esa unión se sintió durante la Matlachinada, donde más de 900 danzantes participaron con un mismo propósito: preservar una historia y ofrecer un acto de agradecimiento.

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El recorrido comenzó en la parroquia del Santísimo Cristo del Ojo de Agua. Desde ahí, los matlachines avanzaron por la calle Félix U. Gómez, siguieron por Hidalgo y terminaron en la Catedral de Santiago, justo en el corazón de la ciudad.

Más que un evento religioso, fue una manifestación de identidad. Las raíces culturales y la fe se hicieron presentes con fuerza. Niños bailando sin parar, siguiendo el ejemplo de sus padres que los acompañaban en cada paso, como un símbolo de entrega de su linaje.

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Los trajes coloridos, el sonido de los huaraches golpeando el suelo y las sonajas retumbando al ritmo de la danza creaban una atmósfera de euforia entre las familias. Los niños jugaban emocionados con quienes iban vestidos de payasos, mientras que el tradicional baile del viejito despertaba curiosidad e intriga entre los más pequeños.

Al llegar frente a la iglesia del Ojo de Agua, los danzantes hacían una pequeña pausa. En ese instante, parecía que el mundo se detenía. Ignoraban la multitud a su alrededor; solo estaban ellos y su fe.

Sus rostros se iluminaban al mirar al cielo mientras se persignaban. En esos segundos, parecía que no les faltaba nada. Todo su esfuerzo había valido la pena. Quiero creer que quienes los observaban sintieron lo mismo: orgullo. Porque, aunque no formes parte esa tradición, sabes que estás presenciando algo que trasciende generaciones.

Mujeres, hombres, niñas y niños se unieron con un mismo propósito. Poco importaba a qué grupo pertenecían. Fueron con el corazón por delante, ignorando el cansancio en sus pies, porque sabían que la fe sería la verdadera recompensa.

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