Entre la sanación espiritual y una nueva vida laboral

abril 4, 2024
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Sanar
EL COAHUILENSE

Por: José G. Martínez Valero

Ahí en el municipio, nace y de ahí arranca la 

corriente toda de la vida cívica de las Patrias. 

Efraín González Luna 

Político y abogado mexicano

Parras, Coahuila.- Pues para variar estamos de regreso. Antes que nada una sincera disculpa a mis buenos amigos lectores y por supuesto a esta mi casa editorial El Coahuilense por haberme desconectado tan feo por casi cuatro meses, pero, y no es justificación, entre mi salida del Poder Judicial y mi integración al Gobierno Municipal de Parras, Coahuila, pasaron taaantas cosas, que ni tiempo había tenido para seguir preparando mis colaboraciones y como ustedes se merecen lo mejor en términos editoriales, pues no quise mandar textos sólo por cubrir las formas y preferí esperar a tener un espacio que me permitiera hacer una buena entrega. Espero no decepcionar. Y justo sobre lo último hecho es lo que trata la presente: sobre mi nueva vida laboral ahora reinserto en el municipio de Parras.

Empezaré por decir que me honra infinitamente la invitación gestada por el mismo alcalde don Fernando Orozco Lara, con quien me une una amistad ya de varios años, sustentada sobre todo en trabajo y proyectos personales, los de él y los míos, que terminaron por llevarnos a ésta; al menos para mí, y deseo que en términos de resultados igualmente para él, afortunada coincidencia. Invitación de esas que uno no puede rechazar, pese a que en el momento en que la misma se dio mi vida transcurría estupendamente en la Defensoría Pública y, presunción aparte, creo que los resultados ahí se estaban dando bastante bien. Y como al final la vida es de retos, pues decidí transitar de esta última responsabilidad a la Secretaría del Ayuntamiento de nuestra cuna vitivinícola del continente americano. 

Invitación que decía me honra por varias razones, citaré sólo algunas: de entrada es lindo que alguien se fije en tu persona y tu trabajo, más cuando no estás en el mismo ámbito de responsabilidades y te llame a colaborar consigo. Además, en el aspecto personal ser secretario del Ayuntamiento ha colmado unos cuantos sueños que estaban guardados en mi lista de deseos y que sinceramente no veía ya posibles de concretar. Sí, dos veces fui subsecretario del Ayuntamiento en Saltillo, pero aún y cuando alguna de esas veces asumí temporalmente como suplente por ministerio de ley la Secretaría, en los momentos importantes de dicho cargo, por ejemplo durante las sesiones solemnes de Entrega de la Presea de la Ciudad o la de presentación del Informe de Gobierno de quien fue nuestro alcalde, aunque era parte del equipo técnico de Secretaría, no estaba, en términos deportivos, dentro de la cancha de juego; y se los juro, no es lo mismo ver las cosas a nivel de cancha, por más director técnico que uno sea, que ser parte del juego. Y en Parras, aún y cuando en años previos había colaborado aportando algunas ideas al gobierno de nuestro primer munícipe, el vivir plenamente una sesión solemne de Cabildo con sus honores a la bandera, el himno nacional y el desarrollo de ésta, uso de la voz dado al jefe de la ciudad para que se dirija a sus conciudadanos, padres y familia de él mismo incluidos, no sólo te enchina la piel, sino además te quiebra lo voz y llena los ojos de lágrimas de la purititita emoción.

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Ahora bien, mi llegada a este hermoso pueblo mágico –ya después les contaré porque lo de “pueblo mágico”– también me ha obligado a cambiar muchas de mis perspectivas de gobierno y gobernanza en términos de políticas públicas y desempeño del cargo, y me ha permitido percibir realidades que en Saltillo, con el respeto que merecen mis amigos del gobierno municipal de nuestra capital del Estado, son inimaginables. En Parras, por el número de habitantes de la ciudad, prácticamente todo mundo se conoce, con todo lo que ello conlleva, y además el alcalde diariamente desahoga, él personalmente, audiencia con ciudadanos tan variopintos como ejidatarios, inversionistas, vecinos del lugar, maestros, profesionistas, trabajadores… ¡en fin! tooodo mundo pasa por la sede del presidente y para todos hay y debe haber respuesta; desde aquel que quiere invertir los ahorros de una vida de trabajo en un proyecto de gran calado, hasta quien necesita apoyo para cubrir sus más elementales necesidades; desde quien amerita solución a un conflicto judicial, que si bien no es de nuestra competencia a veces nos obliga a que terminemos sirviendo como coadyuvantes en la solución, hasta quien sólo quiere saber por qué ese preciso día no hubo agua en su domicilio; desde los de bienestar animal, hasta los del motoclub; desde los defensores del agua, hasta los dueños de las huertas que la utilizan; desde los dueños de los viñedos –que los hay por montón– hasta sus vecinos ejidatarios que buscan con ellos una sana convivencia y el enoturismo que requieren. Todos son debida y merecidamente atendidos por su más cercano gobernante, y lo de cercano es absolutamente literal. Y el secretario del Ayuntamiento, como el resto del equipo que conformamos el grupo de directores municipales, somos, además de funcionarios, la avanzada a los actos públicos, quienes armamos los paquetes de apoyo económico, quienes descargamos los vehículos antes de los mismos, así como quienes nos encargamos del mobiliario después de éstos, presentadores cuando lo ocasión lo requiere y siempre, siempre, siempre interlocutores, y sobre todo responsables de dar solución a lo que la ciudadanía planteé o solicite. Pero de igual modo, para don Fernando no somos colaboradores, sino su equipo, compañeros, elegidos para una responsabilidad importante que exige la participación de todos, y resulta extraordinario ser uno de ellos. 

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Además, dado lo que dije de que casi todo mundo se conoce en Parras, la convivencia es tan cercana que, por ejemplo, el domingo en la misa de la parroquia podemos coincidir el alcalde, el director de Policía, el encargado de Relaciones Públicas, y el secretario del Ayuntamiento; o en el super; o en la alameda al salir a caminar para activarnos, o en la fondita del desayuno del fin de semana; y sin duda en la fiesta patronal. Haberme venido a vivir a Parras es además un cambio de ritmo personal de vida porque dado que no tengo familiares acá, estoy disponible para atender cualquier necesidad laboral durante las 24 horas del día; y a la par de lo demandante que resulta mi encargo –para nada es queja– la tranquilidad que se respira en este bello lugar es incomparable al frenético ritmo de lugares como Monclova, Saltillo o Torreón. 

Hace un año escribía en este mismo espacio sobre lo mal que lo estaba pasando por una depresión que tuve y que acabó de la peor manera, misma que se dio junto con un rompimiento sentimental que me dolió hasta el hueso, señalando además lo recontraencabronadamente difícil que resulta hacer la voluntad de Dios. Mis hermanas, Mara y Dora, también justo hace un año me trajeron a Parras para, compartiendo en familia, hacerme más llevadera tanto la depresión que vivía como el rompimiento sentimental al que me refiero. Hoy, he confirmado, gracias a todo lo bueno que me ha pasado a raíz de venirme a trabajar y vivir acá, que la cita que a final de año me regaló uno de mis hijos, Rodrigo –el segundo de los tres que tengo la fortuna me hayan escogido como padre–, parafraseando a uno de sus músicos favoritos es absolutamente cierta: “La vida tiene esa extraña manía de llevarnos al sitio donde comenzó todo”. Acá comenzó mi más profunda sanación espiritual que he tenido que solventar a lo largo de mi existencia, acá sigo construyendo mi propia felicidad. Ojalá dicha felicidad sea permanente, o al menos el motivo para su búsqueda y concreción no termine ¡nunca!, y si es entre Parras y Saltillo, ¡mejor!.

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