Redacción El Coahuilense
Por Brenda Macías
Nos encontramos bombardeadas por una avalancha de publicidad electoral que parece más enfocada en mostrarnos “caras duras” que propuestas sólidas y realizables. Los rostros de las dos candidatas punteras rumbo a la Presidencia de la República aparecen por todas partes, desde vallas publicitarias hasta interrupciones constantes en nuestras redes sociales y radios, pero, ¿qué sabemos realmente de sus planes de gobierno?
Esta estrategia publicitaria, que se centra más en la imagen que en el contenido, parece jugar con la poca memoria colectiva asumiendo que un rostro familiar será suficiente para ganar votos. Sin embargo, la confianza del electorado no se gana sólo con la visibilidad. Las encuestas y conversaciones en las calles revelan una creciente desilusión; las personas quieren escuchar soluciones a sus problemas diarios, no sólo ver una sonrisa retocada en un display (basura electoral).
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El vacío de contenido tangible en la publicidad electoral no sólo es frustrante, sino peligroso; reduce el proceso democrático a una competencia de popularidad, donde lo que menos importa es la capacidad de las candidatas para manejar los desafíos reales del país. Esta superficialidad aleja a lxs votantes informadxs y desvirtúa el propósito del voto como herramienta de cambio y responsabilidad política.
Me parece especialmente problemática la reacción que esta estrategia genera en las personas votantes jóvenes que buscan autenticidad y compromiso directo con sus preocupaciones: el cambio climático, empleo, salud y educación superior. La publicidad electoral superficial no sólo no responde a estas inquietudes, sino que contribuye a una creciente apatía política entre las poblaciones jóvenes, quienes sienten que sus voces y preocupaciones son ignoradas.
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Quizá una manera de contrarrestar la inutilidad de la publicidad electoral de sonrisas falsas podría ser instituir una serie de debates, donde las candidatas se confronten directamente entre sus plataformas y respondan preguntas incisivas de un panel diverso y ciudadanos, y de un público “orgánico”. Esto obligaría a sus marketeros políticos a elaborar y comunicar sus propuestas con mayor claridad.
La actual estrategia, de inundar al electorado con imágenes y eslóganes vacíos, no sólo es poco efectiva, sino que es una falta de respeto a la inteligencia de la población votante. En una era donde la información nunca ha sido tan accesible, “benditas redes sociales”, dicen por ahí en Palacio, la ciudadanía espera y merece campañas que ofrezcan debates de ideas y propuestas claras y realizables.
Es hora de demandar más de nuestras políticas y de las estrategias que utilizan para ganarse nuestro voto, ¿no creen? Parece que no aprendieron nada y repiten los malestares de la vieja política hecha por hombres. Las “caras duras” en los carteles no pueden y no deben reemplazar el contenido sustancial que fundamenta una democracia saludable y funcional.
Hasta la próxima entrega.
@brendamargotms
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