A mitad de las presidenciales

abril 15, 2024
minutos de lectura
Las candidatas prsidenciables.
FOTOGRAFPIA: ESPECIAL.

Por Alejandro Páez Varela 

Hemos llegado a la mitad de la campaña presidencial. Justo hoy. Lo que dicen dos de los tres ponderados es que Claudia Sheinbaum trae ventaja de entre 27.9 por ciento (Colegio de Especialistas en Demoscopía y Encuestas) y 24 por ciento (Oraculus). Aunque Bloomberg no ha actualizado, su último dato le daba 23 por ciento. Y no hay en el horizonte algo que diga que habrá un ajuste violento en las tendencias.

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El único riesgo previsible es que la distancia se acorte unos puntos en las urnas dadas las particularidades de cada grupo de votantes. Algunos encuestadores coinciden en que es más fácil medir a los simpatizantes de Acción Nacional, por ejemplo, porque suelen salir a las urnas en la proporción en que los miden las encuestas; en cambio los de Morena suelen expresar su voto a favor, pero acuden en menores números. Se explica en las diferencias socioeconómicas entre unos y otros; el panista, de clase media y media alta, puede separar un domingo para sí mientras que el morenista, de clases medias y bajas, tiene más complicaciones para renunciar a un día de trabajo y salir a votar. Por eso, dicen, el voto de izquierda “sale sobrestimado” en las encuestas. Esa sobreestimación no es particularmente riesgosa para Claudia, pero sí en regiones donde la elección esté cerrada.

En la capital mexicana, Clara Brugada sale con una ventaja más o menos cómoda, pero menor a la de Claudia: entre ocho y 15 puntos porcentuales. El factor de riesgo para ella es que, con los criterios anteriores, el voto que la fortalece en las encuestas no sea exactamente el mismo que el del día de la elección. En 2021, por ejemplo, en la Alcaldía Benito Juárez (que es muy panista) salió el 68 por ciento a votar, pero en Iztapalapa salió 47 por ciento. Son malas noticias. Clara tiene que hacer todo lo posible por garantizar que sus bases salgan a votar. Morena debería concentrarse, en la Ciudad de México, en promover el voto para no llevarse una sorpresa más adelante.

Otro factor de riesgo para Clara y para muchos candidatos de izquierda en todo el país es el “efecto popote”. El Partido Verde se cuelga de la imagen de Claudia y divide el voto en zonas donde metió personajes impresentables aunque mañosos para mover a los electores. Por el principio de ganar también la primera minoría, en algunos municipios van dos candidatos, de Morena y Verde, pero el riesgo es que sólo se logre dividir el voto. Lo mismo pasa en algunas zonas donde va por aparte el Partido del Trabajo. El mejor ejemplo es lo que sucedió en Coahuila en 2023. Ahora Ricardo Mejía Berdeja, aunque parezca increíble, sigue dentro del movimiento de izquierda y con el reparto de candidaturas para 2024 se dijo insatisfecho y anunció que PT iría separado en algunos municipios. Es probable que no gane, pero dividirá la elección. Y hay muchos Mejía Berdeja en distintas partes del país.

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La opción para Morena en las siguientes seis semanas (cinco efectivas de campaña) es concentrarse en promocionar el voto por sus colores el día de la elección, y no tanto el llamado “plan C”, que justifica que se pueda votar por otros partidos. El otro día escuché un spot donde Claudia dice algo como “plan C es votar todo Morena”. Bien. El problema es que está lleno de espectaculares del Verde donde ella sostiene un mundo azul-verde; mundo que, como es sabido, los supuestos “verdes” no respetan. Hace unos días la periodista Daniela Barragán publicaba que aunque el PVEM no tiene ni un millón de ciudadanos afiliados (son 592 mil 417) y de hecho en los últimos tres años perdió a más de 68 mil, ha pagado 687 millones 491 mil 947 pesos por 16 millones 801 mil 529 mochilas con su logotipo; son mochilas de plástico y tintas contaminantes porque teniendo la opción de hacerlo con algún material biodegradable como algunas versiones de tela, lo hace en materiales duraderos para que promocionen su partido incluso entre campañas.

También incide en la campaña de Morena el desempeño de sus gobernantes. Pongo un ejemplo: en Edomex, la maestra Delfina Gómez parece haberse entretenido demasiado tiempo en las pugnas internas. El poder se ve fragmentado en distintos grupos dentro del Gobierno: los de Horacio Duarte, los de Higinio Martínez, los de la vieja estructura del PRI, etcétera. El resultado es que se ha restado brillo a la Gobernadora y alguien me decía: ¿dónde está? ¿Por qué no se le ve? Es importante que ella aparezca en la escena porque, aunque es Gobierno, la gente vincula al partido con el servidor público. La maestra representa el “lopezobradorismo en su estado puro” y debería destacar más. Por lo que sea, no destaca. Y está sentada sobre un mar de votantes.

Ese aparente vacío en Edomex se acentúa por otro fenómeno: que muchos alcaldes dejaron la barda a medio pintar, la calle con los mismos baches de hace dos años y el foco fundido sin reponer porque andan en campaña de reelección y están de permiso. Lo vi, pregunté, y eso me dijeron. Cuidado. Pero si a eso se le suma que en la escena nacional resaltan un Cuauhtémoc Blanco, que no es Morena, pero es aliado y dejó Morelos en un caos; o un Ricardo Gallardo, que es del Verde y no es el mejor ejemplo para los niños, entonces se hace más notorio que una Delfina Gómez no prenda. Ella debería prender, ser más protagonista y asomarse hasta en donde no le llaman. Y debería apretar más a nivel colonias, pueblos. Edomex es como una gran ciudad de millones de habitantes separados por enormes lotes baldíos. No digo que con el PRI estaba mejor, para nada; pero con la izquierda debería estar visiblemente mejor. Debería notarse el cambio. Y al menos mi percepción es que no se nota. 

Hay muchos más ejemplos en los estados; tomo apenas unos. Y entre ellos cito lo que sucede en la Ciudad de México con la crisis del agua. Es obvio que los panistas han utilizado el problema del agua contaminada para sacar raja política, pero también me resulta obvio que no ha habido una respuesta de Martí Batres a la altura de una emergencia. Debería vivir en la zona afectada, literalmente; mover todos los recursos disponibles para informar y atajar las noticias falsas. Pero ha sido reactivo, defensivo. Todo impacta con una campaña en desarrollo. Con una candidata tan mala a nivel nacional y con un candidato local –Santiago Taboada– con tantos frentes abiertos, cualquiera desde afuera esperaría más de los gobiernos de izquierda. Mayor habilidad política, más ambición, pero de la buena: enfrentar, tomar la delantera, ver cada batalla como la última, la definitiva; entender que los ciudadanos siempre tienen la razón e ir y ponerse a sus órdenes.

En fin. Sería penoso que justo en el bastión de la izquierda se creciera la derecha.

***

La campaña del PRIAN y de Xóchitl Gálvez, cuando llegamos a la mitad de los tres meses de proceso electoral presidencial, corre de un escándalo al otro. El último fue su frase de “si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio, eres bien güey”. Intentó zafarse, corregir, pero el daño estaba hecho. Si fue un mensaje para Claudia Sheinbaum, qué mal: es básicamente la reedición de otro clásico del PRI –partido de Xóchitl–, nada menos que de Carlos Hank González: “El político pobre es un pobre político”. Y si fue un consejo de vida, es decir, una lección en general, igual de mal. El patrimonio de la candidata del PRIAN viene básicamente de contratos gubernamentales cuando ha sido, en los últimos 20 años, una servidora pública. Todo mal, pues. Y eso de decirle a alguien de 60 años y más que qué güey porque no tiene patrimonio es como pararse en medio de la selva lacandona y gritarle a los indigenas que qué güeyes porque no tienen carro. Hay ignorancia, soberbia, menosprecio, sobreestima, maltrato, clasismo. Y me quedo corto.

Hay una especie de apuesta entre miles y miles en las redes sociales: ver quién caza primero los siguientes errores o pifias de Xóchitl, y exhibirlos. Montones de videos ruedan por WhatsApp, Twitter, TikTok, etcétera. Burlarse de ella es deporte nacional. Me recuerda la campaña de Francisco Labastida Ochoa: todo lo que decía se le revertía. “Me ha llamado chaparro, me ha llamado mariquita, me ha dicho la vestida, me ha dicho mandilón”, se quejó Labastida de Vicente Fox en un debate. Como si hubiera sugerido apodos a la concurrencia. La frase lo sepultaría. Xóchitl es, hoy mismo, la Labastida del 2000.

Tanto el debate como el día a día cumplieron los peores pronósticos sobre ella y también evidencian las carencias previstas de la campaña. Una parte de los periodistas, analistas, intelectuales y medios se quejan de ella amargamente cuando hace apenas unos meses la cargaban en hombros. Es hipocresía o de plano falta de honestidad intelectual porque muchos llevamos meses, más de medio año, alertando justamente esto que se está viviendo.

Una parte del fracaso es atribuible directamente a ella. Se compró la agenda de Latinus: el Rébsamen, la Línea 12, los hijos del Presidente, etcétera. Para muchos, millones, esos temas fueron inyectados por Roberto Madrazo y por la mala leche (que vienen siendo lo mismo) y no son convincentes. Pero además Xóchitl se compró la campaña de ofensas de los machos tóxicos que dirigen su campaña. Los señalamientos que hizo a Claudia, como ese de “la dama de hielo”, son terribles viniendo de mujer a mujer. Es la manera en que un hombre descalifica a una mujer. Cito a Viri Ríos en El País: “En un país machista como México, las evaluaciones estereotípicas son muy comunes y explican en gran medida la dificultad que las mujeres tienen para acceder a puestos de poder. El reto que nos imponen los estereotipos es infranqueable. Se nos demandan virtudes masculinizadas para acceder al poder, pero se nos castiga si las demostramos. Por eso, a un hombre líder casi nunca se le llamará frío. Se le llamará sereno, mesurado, elegante o ponderado. En cambio, a una mujer que muestre las mismas características se le tachará de insensible, impasible, distante y, en el peor de los casos, incluso se hará referencia a su vida sexual llamándola frígida”.

La otra parte importante de la culpa está en los que la impulsaron. Destaco a Claudio X. González, que tuvo un peso importante en su nominación. Pero también a los jefes de las tribus intelectuales mexicanas que querían colocarla como un “fenómeno” sin haberse dado a la tarea de siquiera armarle un discurso coherente. Cinco años diciéndole al PRIAN que no tiene un Proyecto de Nación. Cinco años señalando que no habían construido un plan conjunto. Y nada. Xóchitl llegó a la campaña vacía. Prefirieron hacerle caso a Jorge Castañeda cuando decía que no se necesitaba un Proyecto de Nación, sino más gelatinas. Allí están las consecuencias.

Durante los últimos meses de 2023, varios dijimos que Xóchitl se había rodeado de puros perdedores, gente que nunca gana elecciones, como Max Cortázar, Margarita Zavala, Santiago Creel, Claudio X. González, Alejandro Moreno Cárdenas, Marko Cortés y Jesús Zambrano, etcétera. Dijimos que se rodeó de odiadores sin más proyecto que denostar al Presidente. Planteamos que las élites intelectuales la empujaron al discurso de odio, pero nunca pudieron armarle un plan alternativo para México. Alertamos que casi todos ellos buscaban simplemente vengarse del Presidente y que no les importaba llevar al PRIAN a su fracaso. Sostuvimos que no armaron una estrategia electoral porque se trataba simplemente de agarrarse a moquetes con AMLO. Allí están las consecuencias.

Xóchitl se ve débil e incoherente, desencajada y a punto de tirar la toalla. Y esa mujer insegura es producto de otros y de ella misma, que armaron un personaje por la fuerza y que tiembla ante la posibilidad de que se descubra quién es en realidad. Ella debió encarnar un deseo opositor válido de levantar el vuelo; pero ahora encarna el fracaso. Se apalanca en la guerra sucia y como consecuencia, en la improvisación. Nadie conoce una sola propuesta de Xóchitl porque ni siquiera se preocupó en impulsarla. Sólo se sabe que, como millones más, odia a López Obrador, pero quiere mantener los programas sociales por los que el PAN votó en contra. Yo personalmente dije por junio del año pasado que Xóchitl sería peor candidata que Ricardo Anaya. ¿Alguien lo duda ahora?

Parece que las élites preparan una nueva edición de la guerra sucia para beneficiar a Gálvez. La Ministra Presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, se ha prestado al PRIAN para lanzar una andanada de cohetes contra Arturo Zaldívar en plena campaña electoral y se lee, se entiende incluso para el más iletrado, que se trata de una venganza contra Zaldívar con un ansiado rebote en AMLO y Claudia. No tardará en conocerse que varios del equipo de Claudio X. participaron en la confección de esa denuncia contra el Ministro en retiro. Ya verán. Pero otra vez: sin que Xóchitl haya colocado en la gente una sola idea de su Proyecto de Nación, lo que viene son más baldes de lodo. No les funcionó hasta ahora, es casi imposible que esta vez sí funcione.

Nadie puede estar seguro de que las cosas no cambiarán en un mes y medio, y yo lo veo difícil. Salvo matices (puntos más o puntos menos), es casi inevitable la derrota de Xóchitl y el triunfo de Claudia. Perdonen si insisto en que la izquierda debe apresurar una sana depuración; zafarse de la cantidad de parásitos y sátrapas que se colaron en su triunfo y realmente moralizarse antes de que sea demasiado tarde. Yo pensaba que Claudia impulsaría este proceso, pero en poco tiempo deberá pensar exclusivamente en México, en el todo. Mario Delgado ya no lo hará. ¿Habrá alguien que le ponga el cascabel al gato de izquierda?

Por otro lado, se ha dicho por años que se necesita una mejor oposición. Ahora resulta que los ideólogos de facto son Max Cortázar o Chumel Torres, dos versiones del mismo calderonismo infame y, allí están los números, perdedor. ¿Podrá alguien revolcar al gato opositor y ponerlo en condiciones de pelear de buena fe su propio futuro? Ya veremos.

SinEmbargo

MÁS DEL AUTOR:

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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