Menosprecio

julio 14, 2025
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Por Alejandro Páez Varela

Michael Joseph Sandel no es alguien tan fácil de reconocer afuera de la academia. Pero adentro de ella, sea como filósofo, catedrático o polemista, es respetado tanto como admirado. Partidario del comunitarismo, Sandel es un estudioso del individualismo, la meritocracia, la desigualdad, la justicia. En 2018 recibió el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales y las publicaciones a las que les gusta hacer listas lo han colocado como uno de los cien pensadores del último siglo.

Sandel dicta un curso sobre justicia que lleva 20 años siendo el más popular en la Universidad de Harvard. Fue además la primera materia en ofrecerse libre de derechos para streaming y televisión. En su último libro comparte créditos con otra figura contemporánea: Thomas Piketty, un crítico de los mecanismos que permiten a las élites económicas apoderarse de la renta. Ese texto Sandel-Piketty es más bien una versión estenográfica de un debate entre ambos sobre la igualdad. Coinciden en preocupaciones; difieren en algunas de las soluciones.

Rescato de Sandel, en su análisis sobre la meritocracia, una de sus ideas más discutidas: las loterías o tómbolas. Propone que para abrir oportunidades a los que nunca las tienen, justo donde los grupos de poder impiden su distribución, posiciones de poder se definan por medio de rifas. El catedrático dice que, por ejemplo, los más ricos del mundo suelen tomar para sus hijos las carreras de Harvard y de otras universidades, sean aptos o no; propone entonces que se rife la mitad de la matrícula para que entren los que no tienen cómo pagar su carrera.

Y propone más, y esto le hará sentido a los mexicanos: tómbolas para definir candidaturas a cargos de elección popular. Los grupos de poder dentro de todos los partidos políticos impiden que se distribuyan las oportunidades, incluso si abrirse a otros núcleos de la población les ayuda a oxigenarse. Lo que Sandel propone es abrir cuotas para que los hijos de los obreros, de otras mayorías y minorías, sean representados en los congresos.

Sandel no lo propone directamente, al menos no hasta donde lo he leído, pero lo mismo aplicaría con cargos dentro del Departamento de Justicia de Estados Unidos o dentro de los distintos niveles del Poder Judicial. El catedrático argumenta que es una oportunidad para democratizar la vida de instituciones y, al final, la vida de los pueblos.

Desde que leí sobre la propuesta de Sandel pensé, claro, en el video difundido en octubre de 2024 de un evento en la Escuela de Derecho de Harvard, su escuela, donde el Ministro mexicano Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena se burla con otros de la reforma al Poder Judicial. “El nuevo Congreso que fue ganado abrumadoramente por un solo partido acaba de reformar la Constitución, y ahora todos los magistrados de los tribunales federales de distrito y de la Corte Suprema tendrán que ser elegidos”, dijo.

El Ministro-de-tres-apellidos agregó: “Ahora, los requisitos para ser elegido [se requiere] tener un excelente promedio de 3, nuestra Constitución dice eso, y cinco cartas de recomendaciones de tus vecinos. Si cumples con estos requisitos te pueden proponer a la Suprema Corte siempre que ganes una elección”.

Todos en esa mesa de Harvard rieron. No le habrá causado gracia a Sandel, como tampoco la causó entre los mexicanos. El Ministro-de-tres-apellidos llegó al cargo por la designación de una sola persona: Felipe Calderón Hinojosa. Antes fue administrador general de Grandes Contribuyentes del SAT y luego titular de esa dependencia que tiene como objetivo recaudar impuestos para su redistribución, pero que por décadas se dedicó a facilitar la condonación de impuestos a los poderosos. Algunos sospechan que Gutiérrez Ortiz Mena aprovechó el puesto en la Suprema Corte para perdonar cargas fiscales a los mismos de siempre.

¿Qué concluyo de lo anterior? Puras obviedades. Lo más importante, creo, es la lección de Sandel respecto a las loterías, sorteos o tómbolas; las oportunidades que abren para quienes nunca serían designados a una mejor posición a pesar de tener capacidades. No creo que Andrés Manuel López Obrador y Sandel se estudiaran uno al otro, pero el líder mexicano impulsó el método durante años, dentro de su partido y ahora en la reforma al Poder Judicial, aunque fue motivo de burlas y escarnio –quizás por décadas– de sus opositores de izquierda y de derecha.

La segunda obviedad que me deja este episodio es la comprobación de las resistencias que existen dentro de las viejas estructuras del poder para democratizar México. La razón por la que Gutiérrez Ortiz Mena se pega tres apellidos (como muchos dentro del Poder Judicial) es para darse estatus, para que se recuerde que es descendiente de otro poderoso (Antonio Ortiz Mena, exsecretario de Hacienda), para sentirse por encima de los demás. Y en los hechos, estaba por encima de los demás: se le atribuye el haber condonado 392 mil millones de pesos a grandes contribuyentes. Son 392 mil millones que nunca llegaron a los que más lo necesitaban y se quedaron arriba. Justo por eso, porque las oportunidades no aterrizan abajo, es que Sandel propone las tómbolas que acá tanto asustan.

Y mi tercera conclusión no es novedosa tampoco. Confirmo el enorme menosprecio de las élites hacia la gente. El Ministro-de-tres-apellidos ridiculiza en el extranjero la determinación de que su propio pueblo elija a sus juzgadores y no sean designados por una sola persona, como es su caso. Para defender cómo llegó a la Suprema Corte, Gutiérrez Ortiz Mena prefirió despreciar a López Obrador y a los millones de mexicanos que votaron por él y que luego ratificaron el Plan C. Y se burlaba, al mismo tiempo, de Michael Joseph Sandel, difícil de reconocer afuera de la academia, pero adentro de ella, sea como filósofo, catedrático o polemista, respetado tanto como admirado.

Yo creo que una cuarta observación es válida, aunque usa elementos de este episodio y de otros. Es sobre la arrogancia malentendida. El Ministro-de-tres-apellidos llega al máximo tribunal de justicia representando la injusticia del Poder Judicial. Rodeado de privilegios, cree merecer los favores que se le brindan por sus antepasados y porque él mismo es un abanico de favores moralmente corrompidos. Y como es arrogante por grandes malentendidos, no tiene un vínculo emocional con los de abajo. Y entonces abandona cualquier carga ética con facilidad a la hora de decidir: se carga por las élites, les reparte cientos de miles de millones de pesos.

Gutiérrez Ortiz Mena es el ejemplo absoluto del por qué los mexicanos debemos mantener la presión para que todos los ámbitos de la Nación sean democratizados. O no, mejor aún: humanizados. Debemos pugnar para que los espacios de poder sean abiertos, transparentes y dignificados, con métodos de elección que se vinculen directamente con lo que ambicionan las mayorías. Mientras estemos en manos de individuos que creen merecerlo todo con pegarse apellidos o porque conocen a alguien muy arriba, en esa medida tendremos trato de paria.

El Ministro-de-tres-apellidos acomoda como ejemplo de lo que no debemos aceptar. Como él, muchos se apropian de lo nuestro y con desfachatez, nos menosprecian. Que vaya y se burle de los mexicanos en el extranjero, si quiere, pero no con la representación de las instituciones mexicanas. Que vaya y se burle y, es más, que de una vez se quede por allá. Ojalá lo acepten: la gente como él encuentra siempre un lugar en Harvard.

***

Me metí a X, antes Twitter, y no daba crédito: los mismos que habían depositado su esperanza en Ismael “El Mayo” Zambada la tenían ahora en Ovidio “El Ratón” Guzmán. Habían apostado a que el primero declararía en contra de López Obrador y les quedó mal. Ahora que el hijo de “El Chapo” Guzmán se declaró culpable de cargos de tráfico de drogas, lavado de dinero y armas de fuego para obtener un juicio corto y de penas cortas, dicen que declarará en contra del expresidente.

Imagino a los odiadores frustrados de X como la mosca del gusano barrenador, buscando heridas para depositar huevos que prosperen en larvas.

México está sufriendo un cambio de gran profundidad. La duda que había sobre si era un cambio de régimen se disipó con la elección de 2024, que incluyó la demanda colectiva de una reforma al Poder Judicial. Los mexicanos decidieron darle el poder a una fuerza emergente que se ha concentrado en recuperar el Estado de Bienestar e instituciones que garanticen independencia y soberanía a la Nación. Todo lo que fue diluido por el neoliberalismo; por el régimen fundado por Carlos Salinas de Gortari y sus achichincles: Luis H. Álvarez, Diego Fernández de Cevallos, Enrique Peña Nieto, Vicente Fox, Felipe Calderón, etcétera.

Del otro lado se tienen moscas con la urgencia de depositar huevecillos que se vuelvan larvas y que hagan daño. La comparación es odiosa pero necesaria. Hay mucho que a mí no me gusta de la llamada 4T pero, híjole, del otro lado hay heridas, gusanos, moscas buscando dónde hacer daño, larvas que se alimentan de la carne viva.

La derrota de la oposición ha sido tan dramática que se ha quedado sin asideros y sin capacidad para generarlos: no hay líderes, no hay ideología y no tienen un proyecto de Nación. Su esperanza es que Ovidio Guzmán diga que López Obrador iba a Sinaloa acompañado de secretarios de Estado, periodistas, oficiales y tropa del Ejército, Guardia Nacional y autoridades locales para recibir “una maleta”. Quieren que todos los demás pensemos que el Presidente de México simulaba viajes de trabajo para ir a recibir dinero en efectivo cuando todos los que lo acompañaban voltearan para otro lado. Pero si no es esa tesis, si no hablan de eso, ¿de qué van a hablar? Si no son las larvas, los gusanos, la carne podrida, ¿en qué basan su esperanza de regresar al poder?

Es, otra vez, el menosprecio. Creen que la gente votará por ellos si Ovidio declara contra López Obrador. Creen que la gente comprará su historia de que el Presidente de México iba a Sinaloa por ¡dinero en efectivo!, rodeado de medio mundo. Es arrogancia malentendida que se alimenta del aire, no de logros. Estamos ante la peor oposición política en un país que tuvo a grandes opositores políticos como Rosario Ibarra o como el mismo López Obrador. Estamos ante élites derrotadas por sí mismas, que menosprecian tanto a los de abajo que son capaces de ofrecerles espejitos como Xóchitl Gálvez o como casi cualquiera de ellos.

El Ministro-de-tres-apellidos que perdonó cientos de miles de millones de pesos a los más ricos e intentó ridiculizar a los de abajo en el extranjero es lo mismo que los que creen que la gente se comprará la idea ridícula del Presidente que va a Sinaloa por una maleta de dinero. Antes menospreciaban la inteligencia de los ciudadanos; lo siguen haciendo. Antes nos decían cualquier cosa y con eso justificaban su cuota de poder, y hoy creen que es posible seguirlo haciéndolo. Cretinos.

Que se burlen de los ciudadanos si quieren. Adelante. Pero que no lo hagan con la representación de instituciones y con el dinero de los de abajo. Y les recuerdo (y les informo) que su arrogancia, el menosprecio que sienten por las mayorías es lo que acelera su desaparición. Síganle. Yo feliz.

SinEmbargo

MÁS DEL AUTOR:

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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