Por Valeria Cämun
La salud mental de los futuros médicos pende de un hilo: Guardias extenuantes, falta de insumos en hospitales, presiones laborales y sobrecarga de pacientes hacen que el sistema de salud no tenga buena cara.
Tan sólo en Saltillo, en los últimos cinco años, alrededor de 20 estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), que cursaban grados avanzados, decidieron abandonar la carrera por problemas de salud mental.
Estrés, ansiedad, falsas expectativas, bullying profesional, burnout y hasta la ideación suicida terminan por “romper” a los jóvenes residentes, y en un país cada vez más envejecido, con muchos jubilados y suministros peligrosamente escasos, el panorama se vuelve aterrador: ¿quién atenderá los padecimientos físicos si cada vez hay menos doctores, y muchos de ellos presentan problemas psicológicos?
“He sabido de compañeros que renuncian antes de entrar a la residencia, y de quienes ya estando en un hospital lo dejan, pero las causas específicas no las sé, es un tema bastante sensible del que no todos quieren hablar”, relata un médico internista que prefiere omitir su nombre por temor a represalias.
“Creo que los trastornos de salud mental están a la orden del día, pero se pueden disparar más en el ámbito hospitalario, tanto en los residentes como en los médicos, especialistas y enfermeros, por la misma presión que existe, y eso incide más en episodios de ansiedad, que suelen ser comunes”.
Basta una noche en urgencias del Instituto Mexicano del Seguro Social, del ISSSTE, el Hospital General e incluso en hospitales privados para corroborar que el personal de salud está rebasado: los internos cubren guardias dobles, faltan especialistas, los enfermeros atienden al triple de pacientes, los camilleros van de un lado a otro, los paramédicos esperan ambulancias para atender los llamados de emergencia… aquí la resistencia está a prueba todo el tiempo.
Jesús Ángel Padilla Gámez, director de la Facultad de Medicina de la UAdeC, explica que, desde la formación, el personal de salud tiene que cubrir jornadas extenuantes que no se viven en ninguna otra profesión, pero que son necesarias para la gran responsabilidad que tienen en sus manos, pues la experiencia de las guardias es el mejor libro para aprender.
Sin embargo, son cada vez más los que no están dispuestos a poner en riesgo su salud mental.
“Sí, hemos recibido información de que hay una renuencia, resistencia, a cubrir las guardias que tradicionalmente se han hecho en nuestra formación profesional”, reconoce.
“Tanto a nivel de especialidad como de internos, hemos tenido gente que se da de baja por situaciones emocionales, o que pide permiso para atenderse y luego regresar”, detalla. “Sí lo decimos: somos uno de los gremios con más alto índice de trastornos mentales, y hay algunas de las especialidades que han demostrado tener mayor índice de intentos de suicidio; anestesiología, por ejemplo”.
El más reciente caso que conmocionó al país fue el suicidio de Abraham Reyes, médico de 27 años residente de la Unidad Médica de Alta Especialidad 25 en Monterrey, quien se quitó la vida por presunto acoso laboral ejercido por sus superiores.
Según sus compañeros, las sobrecargas laborales y el ambiente tóxico habrían provocado un deterioro en la salud mental del joven doctor, y alertaron que su caso no es aislado, pues miles de futuros médicos enfrentan jornadas de hasta 36 horas sin descanso, sin condiciones seguras y con una cultura de violencia normalizada en nombre de la “formación”.
Alta demanda, pocos espacios
Medicina es una de las carreras con más demandas a nivel nacional y, sin embargo, obtener un lugar en una universidad pública es realmente complicado, casi imposible.
Sólo en la Facultad de Medicina de la UAdeC en Saltillo se presentaron mil 900 aspirantes, de los cuales sólo ingresaron 90.
Pero, ¿por qué no abrir más lugares para poder tener más médicos y evitar largas jornadas?
Padilla Gámez explica que ese es el número que pueden cubrir de acuerdo con la opinión técnica de las secretarías de Salud y Educación Pública.
“Sí estamos conscientes de que hay una gran demanda y necesidad de potencial humano médico, pero nuestra capacidad física instalada, nuestra plantilla de maestros, el número de camas censables que hay en el entorno en donde se pudieran hacer las prácticas, y que la suma de estos factores coadyuve para preservar la calidad, nos limita a que por el momento no podamos incrementar el número de alumnos que ingresan”, explica.
Es decir, deberá de existir un aumento en el número de las camas censables de las unidades hospitalarias del sector público y privado; un incremento en el número de horas-maestro que pudiera hacerse cargo de estos alumnos, y por último, una adecuación en la infraestructura física para acrecentar el número de aulas y pupitres en donde se pueda recibir a un número mayor de alumnos.
“Pero, el número censable está inamovible desde hace cinco años, más o menos”, dice el director de Medicina. “Sí ha habido mucha demanda de población, los porcentajes de ocupación de las unidades hospitalarias púbicas y privadas están por niveles altos; están en proyecto varios hospitales, incluso el de una unidad hospitalaria del Seguro Social, pero son puros proyectos”.
Actualmente el número de camas censables en Coahuila es de 453, es decir, 0.93 por cada mil habitantes.
Pruebas psicométricas
Evelyn, residente en un hospital privado de Saltillo, asegura que las pesadas condiciones son las mismas aquí que en el sector público, aunque el entorno y las instalaciones sí influyen en el ánimo.
“Estuve dos meses en el General y me deprimí muchísimo. Todo está sucio, no hay suficiente personal de limpieza, no hay agua en los baños, no hay material quirúrgico, la gente tiene que comprar sus gasas, su medicina; yo sufría mucho porque, aunque llegué a ayudarles a dos o tres personas, la necesidad nunca se acaba. Llegaba a casa llorando, no podía dormir, de verdad fue mucho sufrimiento emocional para mí”.
Agrega: “Sí, los jefes son exigentes aquí y en China, el burnout es real, la fatiga crónica, las guardias, a veces no tienes tiempo ni para comer porque al final de cuentas la responsabilidad es la misma: salvar vidas, mejorar la calidad de vida, pero sí influye el ambiente, sí trabajas mejor con aromatizante en los baños”.
Jesús Ángel Padilla reitera la urgencia de aplicar una prueba psicométrica para detectar a los mejores perfiles, no sólo en términos académicos e intelectuales, sino en capacidades emocionales, que les permitan afrontar los retos de esta difícil profesión.
“Vemos que año con año se presentan casos, y también vemos gente que no se desarrolla felizmente en el estudio de la medicina, que les representa una situación de presión emocional, en personalidades que no están estructuradas, de tal manera que lo puedan soportar”, explica.
“Estudiar Medicina, para algunas personas puede resultar una agresión emocional o un conflicto”, señala.
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