Ciudad de México.- Históricamente las mujeres dentro de la Iglesia han sido excluidas en papeles secundarios sin tener la oportunidad de estar en puestos de poder que les permita tomar decisiones; sin embargo, en el imaginario social la historia de la Papisa Juana desafió las reglas de esta institución al crear la posibilidad de colocar a una mujer en el cargo, esta es su historia.
En 1966, Emmanuil Roídis escribió la obra de ficción “La Papisa Juana. Un estudio sobre la Edad Media”. Ahí describe la historia de Juana quien nace en el año 818 Ingelheim am Rhein, en Alemania. Tras la muerte de su madre a los ocho años, fue adoptada por un monje inglés que el rey Carlomagno había mandado a esa tierra para evangelizar a los sajones.
El padre asume los cuidados de Juana y la educa. Después de varios años en los que el padre se ganó y la vida gracias a sus conocimientos eclesiásticos, Juana quedó huérfana, por lo que decide tomar el hábito en el monasterio de Mosbach donde gracias a sus conocimientos le asignan el rol de copiar manuscritos. Ahí conoce al monje Frumencio del que se enamora y huye del convento con él disfrazada de hombre.
Juntos visitan varios monasterios hasta que llegan a Atenas donde Juana, menos conocida como “el padre Juan” adquiere reconocimiento por sus conocimientos. Después de decidir separarse de su pareja, ella se traslada a Roma y consigue escalar puestos en la sede pontificia hasta convertirse en secretario del papa León IV, al que posteriormente sucede como deje de la Iglesia.
Sin embargo, vuelve a enamorarse de un joven clérigo por el cual queda embarazada. Aunque lo mantuvo oculto. Un día durante una procesión de camino a San Juan de Letrán, da a luz frente a una multitud y tanto ella como el bebé mueren en el parto. Ante el acto, las madres piden que ambos cuerpos sean arrojados al Tíber.
En el plano espiritual, una turba de demonios se disputan a Juana frente a un ejército de ángeles, y posteriormente el alma de Juana es trasladada al Purgatorio, finalizando la historia.
El argumento de la historia se resume al intento de Juana por ascender al papado disfrazada de hombre y aunque no es una historia real, se trata de una leyenda que alguna vez Emmanuil Roídis escuchó en Génova, en un refugio antiaéreo durante la Revolución de 1848. Ahí escuchó por primera vez la historia de una mujer Papa y el hecho despertó en él curiosidad, por lo que se puso a rastrearla.
Después de hacer una investigación, escribió el relato de la Papisa Juana, en el resto de los capítulos agregó una serie de datos históricos y testimonios arqueológicos que afirman la existencia de una mujer sentada en la silla de San Pedro, así como diferentes explicaciones a favor y en contra de la existencia de una papa mujer.
Sin embargo, es imposible saber si alguna vez el Solio pontificio fue ocupado por una mujer. La leyenda apareció por primera vez a mediados del siglo XIII y algunos cronistas la sitúan entre el siglo VIII al XI. Sobre su lugar de origen, se cree que fue en Constantinopla y pasó al Occidente en la época de las Cruzadas gracias a los dominicos en un momento en el que la orden no era bien vista por el Papado.
Históricamente es un rol ocupado por hombres que ha sido conocido y aceptado como un hecho incuestionable y la Iglesia se ha encargado no solo de negar la existencia de una papisa mujer en manuscritos y libros en el Vaticano, sino de que las pocas mujeres que han logrado ascender en esta institución, puedan ocupar el cargo en el futuro.
Las mujeres en la Iglesia
Desde que inició el pontificado del Papa Francisco en 2013, más mujeres se han instalado en puestos de poder dentro de la Sede Santa y el Estado de la Ciudad del Vaticano.
De acuerdo con Vatican News, en la Sede Santa hay 812 trabajadoras y 3 mil 114 trabajadores; asimismo en la Ciudad del Vaticano se encuentran 353 empleadas. En total, las mujeres dentro de la Iglesia y el Estado alcanzaron la cifra de mil 165 pasando a representar 19.2% (846 mujeres) al 23.4% entre 2013 y 2023.
En la escala de los diez niveles utilizada en el Vaticano, en 2022 el 43% de ellas estaban en los niveles sexto y séptimo trabajando en profesiones donde se requiere un título académico. No obstante, también se encontraron mujeres que han alcanzado puestos de responsabilidad que van más allá del último nivel.
Para 2023, 5 mujeres ocupaban el rango de subsecretarías y 1 de secretaría de un Dicasterio (ministerios del Vaticano). Ambos representan el tercer y segundo nivel de dirección respectivamente que son nombrados directamente por el Papa en turno y forman parte del equipo directivo junto con el Prefecto que lidera todos los Dicasterios.
Aunque los nombramientos de mujeres en altos cargos comenzó con el pontificado de Pablo VI, fue gracias a la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium de 2022 que se abrieron las posibilidades de dirigir un Dicasterio y convertirse en Prefectas. Ámbito antes reservado para cardenales y arzobispos.
De esta manera, el pasado 6 de enero de 2025, Sor Simona Brambilla marcó un hito en la historia de la Iglesia al convertirse en la primera mujer en dirigir un Dicasterio del Vaticano. El Papa Francisco la designó como Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Respecto al Estado de la Ciudad del Vaticano, la situación ha crecido con mayor lentitud que en la Iglesia. Actualmente solo el 19% de las trabajadoras son mujeres.
En más de 10 años, el Papa Francisco nombró a dos mujeres en altos cargos, la primera fue a Barbara Jetta como directora de los Museos Vaticanos en 2016 y más tarde a Raffaella Petrini como secretaria general del Governatorato puesto que desempeñaban los obispos y en los últimos meses la nombró presidenta de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidenta de la Gobernación.
Su exclusión
Según apunta Ana María Vega en «La participación de la mujer en la Iglesia, uno de los desafíos más importantes para la Iglesia en el siglo XXI», la decisión del difunto Papa Francisco de incluir a más mujeres en esta institución estuvo motivada porque el hombre provenía de un contexto latinoamericano marcado por la pobreza y la injusticia social, lo que influyó en su sensibilidad con las mujeres excluidas.
Durante muchos años, el Papa Franscisco reclamó una Iglesia menos autorreferencial y más abierta a las periferias donde las mujeres podrían tener un rol más activo, pero nunca apostó por abrir los caminos para que ellas puedan ser ordenadas como sacerdotas, obispas o cardenales para llegar a ser papisas. Esa nunca fue una posibilidad.
De acuerdo con el articulo «La prohibición del sacerdocio femenino en la Iglesia católica: reflexiones desde el derecho a la igualdad y no discriminación», en la Iglesia Católica romana las mujeres son consideradas como una especie de ciudadanas de «segunda clase». Pese a que conforman más de la mitad de los miembros de la Iglesia, son marginalizadas por razones de género bajo el argumento de que «siempre ha sido así».
En febrero de 2021, un grupo de 150 mujeres publicaron el libro «Weil Gott es so Will» o «Porque Dios así lo quiere» en el que exponen testimonios de diversas mujeres sobre su deseo de convertirse en sacerdotas. El texto visibiliza su postura respecto al tema y su intento por reivindicar el reconocimiento de sus derechos.
Desde la Congregación de la Fe se enseña que la exclusión de las mujeres en el sacerdocio es inamovible, ya que «Cristo escogió a sus apóstoles sólo entre varones». En el Código del Derecho Canónico dictamina que solo el varón bautizado puede recibir la ordenación. La Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotails del Papa Juan Pablo II asume que la Iglesia no puede dar ordenación sacerdotal a las mujeres.
Esta restricción fue ratificada en 2021 por el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el jesuita Luis F. Ladaria con el documento magisterial en donde quedó en evidencia que el derecho a la ordenación sacerdotal se considera «un don particular que Dios concedió a los varones porque así lo quiso», según describe el artículo.
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