Karla Llamas, pionera del activismo LGBTQ+ en Coahuila

julio 4, 2025
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Por Ana Castañuela

La creación del primer grupo juvenil católico para “poblaciones arcoíris”, liderado por la activista trans Karla Llamas, marcó el inicio del movimiento LGBTIQ + en Coahuila. 

Por más de dos décadas Karla ha dedicado su vida a defender los derechos de la población LGBTIQ + e impulsar iniciativas que garanticen la inclusión de este sector en todos los entornos sociales. 

Karla Llamas, originaria de Saltillo, creció en una familia católica al cuidado de sus abuelos maternos, Elia y Toño, junto a sus siete tíos y primos, entre animales del campo, frutas de temporada y plantas. 

Su primer acercamiento al activismo fue a los 13 años cuando, luego de asistir a un retiro espiritual, le sugirió a su catequista formar un grupo prejuvenil en la Parroquia Santa María ubicada en la colonia Zapalinamé en Saltillo. 

“Fue hermoso. Esa vez fueron como unas 50 personas entre preadolescentes y jóvenes y fue algo muy muy padre. Se hace este grupo y comenzamos a trabajar en todo el esquema del tema, dinámica, reflexión, oraciones, todo”, recuerda.

El mensaje del padre Coogan

Continuó liderando grupos juveniles hasta que comenzó a sentir que “ya no cabía”, pues los coordinadores de distintos grupos que en ese tiempo se declararon parte de la diversidad comenzaron a ser excluidos de los liderazgos.  

“Yo estaba dirigiendo grupos juveniles y en ese momento a los coordinadores de grupos juveniles que se estaban declarando parte de la diversidad, los estaban excluyendo de los programas, los estaban excluyendo de los liderazgos y les decían: ‘Usted no puede ser coordinador o coordinadora porque tiene un problema’”, comparte. 

Con miedo a ser juzgada y en busca de respuestas, Karla decidió confesar su preferencia sexual a Robert Coogan, un sacerdote neoyorquino que acababa de llegar a Saltillo.

La reacción de la autoridad eclesiástica sorprendió a Karla, pues contrario al rechazo del que había sido víctima, el padre la recibió con una sonrisa y le aseguró que Dios la amaba sin importar su orientación, identidad o preferencia sexual. 

“Llega este sacerdote, le platico lo que está sucediendo y mi sorpresa fue que me dio un mensaje totalmente distinto. Fue un mensaje que me hablaba acerca de la naturaleza del ser humano, acerca del sentimiento que brota desde nuestro interior, desde el corazón que se conecta con otros corazones y con otras emociones, y sobre todo era el hecho de que un sacerdote te dijera ‘Dios te ama independientemente de tu orientación o tu expresión’”, explica. 

“En ese momento fui a levantar el teléfono y a hablarle a mis amigos, compañeros de otros grupos juveniles, de otras parroquias de aquí de la ciudad, de otros municipios y decirles: ‘Oye, está pasando esto acá, llegó un sacerdote y me está diciendo esto’. Estaba con una emoción gigantesca porque no me imaginaba cómo iban a estar otros jóvenes al saber que Dios los recibía tal y como eran”, agrega. 

Luego de su confesión, decidida por la necesidad de incluir en la comunidad religiosa a personas de la diversidad, en 2003 –con el respaldo del padre Robert Coogan y el entonces obispo de la diócesis de Saltillo, Raúl Vera– Karla creó el grupo Beato Elredo, el primer espacio parroquial que incluyó a la población LGBTIQ +.

“En ninguna parte del mundo te podías encontrar a un grupo LGBT dentro de la Iglesia católica, y que aparte estaba siendo respaldado, cuidado y guiado”, asegura.

El Beato Elredo

El grupo juvenil se formó a principios de los 2000 en un contexto en el que las poblaciones LGBTIQ + no eran reconocidas, pues Coahuila no tenía leyes en favor de ellas, había prejuicios sobre el VIH, y era la época del “servilletazo”, cuando la policía municipal paraba en la calle a hombres y mujeres “afeminados” y les pasaba una servilleta por la cara para comprobar que no trajeran maquillaje. 

El Beato Elredo marcó la pauta y fue el inicio del impulso de diversas actividades en favor de la población de la diversidad dentro de la Iglesia católica, con la celebración de retiros espirituales y asambleas LGBTIQ + liderados por sacerdotes en las que se trataban problemas relacionados con la dignidad humana, la diversidad sexual, homosexualidad, espiritualidad arcoíris, autoestima y VIH, además de la creación de la Pastoral de la Diversidad Sexual en la Diócesis de Saltillo 

“No creían que era verdad. Es impactante ver cómo esto se ha convertido en algo realmente muy grande; o sea, indiscutiblemente fue ese camino que abrió brecha para los derechos que actualmente tenemos”, dice Karla. 

Reconciliación interna

Karla recuerda que la primera vez que se cuestionó sobre su identidad cursaba el tercer año de primaria. Su maestra Rosa la mandó a recoger un pedido de alimentos a unos puestos cercanos al plantel escolar, y la mujer que preparaba la comida le cuestionó: “Oiga, ¿usted es niña no niño?”. 

“Obviamente a esa edad sí viene un huracán muy fuerte de emociones porque no sabes a lo que te estás enfrentando, y a partir de ahí sí comienza a ser un eco; comienzas a cuestionarte con respecto de lo que estás haciendo en tu vida, cómo te estás comportando. Indiscutiblemente hay emociones encontradas”, comparte. 

Fue a los 14 años que sus ideas y proyectos en pro de los derechos LGBTIQ + la llevaron a salir del closet con ayuda del padre Robert Coogan, quien tuvo una charla con la familia de Karla. 

“Cuando hablas tú del amor que nace desde tu corazón hacia alguien, es totalmente distinto. Y fue lo que yo hice con mis padres, fue lo que yo hice con mis hermanos, hablarles de este amor que nacía de mí hacia una persona”, explica. 

“Sí hubo una transformación, pero sí hubo también confrontaciones, porque no te voy a hablar de mentiras, sí hubo discusiones fuertes”, confiesa. 

Karla no ve su transición como “un evento” sino como “un proceso de reconciliación interna”, pues no sólo hubo una transición en su apariencia sino también en su espiritualidad, política y amor. 

Asegura que, pese a que se ha enfrentado a diversas dificultades como la transfobia y el abuso sexual, esas situaciones no la definen y no están relacionadas con su identidad de género ni con sus preferencias sexuales. 

“Dentro de todo este tipo de situaciones cuando tú eres una persona LGBT+ escuchas tantas barbaridades de la gente que no sabe y que luego viene y dice: ‘Es que tú eres así porque te pasó esto’. Llegó un momento en mi vida en el que descubrí que no soy así porque me habían abusado sexualmente, sino me abusaron sexualmente porque era así, porque las personas que abusaron de mí vieron que era una persona vulnerable, vieron que era una persona diferente y que tal vez no iba a haber alguien que me defendiera en ese momento”, explica. 

Una activista incansable

Si bien ya se estaba atendiendo el tema de la visibilidad de la población de la diversidad dentro de la religión, las situaciones y contextos sociales comenzaron a golpear las puertas de Karla Llamas y de la comunidad. 

“Ya habíamos hecho algo importante en la cuestión religiosa, en la cuestión espiritual, pero había una laguna muy grande en la cuestión política y en la cuestión de los derechos humanos de las personas de la diversidad, y es ahí en donde comenzamos a trabajar el tema de la prevención de VIH, que era uno de los temas que nos estaba afectando directamente, pero también el tema de los derechos humanos”, dijo. 

Por ello, en 2004 inició el proyecto Mano amiga, un albergue que recibía a personas en sus últimas etapas de sida y en 2007 creó la asociación Jóvenes Prevenidos, AC, encargada de promover la prevención, detección oportuna y tratamiento del VIH.

En 2010, junto al sacerdote Robert Coogan y otros activistas LGBTIQ +, convocó a la primera marcha del Orgullo en Saltillo y en 2015 impulsó la creación del Centro de Refugio a la Mujer Trans. 

Además, es cofundadora de Orgullo y Dignidad Saltillo, un conglomerado de activistas y colectivos de asociaciones que trabajan en conjunto para organizar la marcha anual del Orgullo LGBTIQ + en Saltillo. 

Actualmente es estudiante de Derecho Laboral y busca impulsar la iniciativa del cupo laboral trans en Coahuila.  

En mayo de este año publicó su libro Resiliencia: Más allá del arcoíris, que además de relatar los inicios del movimiento de la diversidad en la capital de Coahuila, recopila historias y cartas de mujeres transgénero que han sido víctimas del rechazo, la violencia y la discriminación. 

En un futuro Karla busca continuar su trabajo dentro del activismo y residir en una casa de reposo para poblaciones LGBTIQ + en la que actualmente, en conjunto con un grupo de amigos, está trabajando. 

“Yo me veo en ese espacio, yo me veo con mi familia, con mis amigos (…) Me veo rodeada de mucho amor, de mucho éxito, de mucho triunfo, con una carrera ya terminada, y veo también un espacio de atención a las poblaciones de la diversidad”, finaliza. 

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