Hiroshi Takahashi
Por Hiroshi Takahashi
El viernes 13 de junio de 2025, Israel lanzó una ofensiva militar de gran escala contra Irán que incluyó ataques aéreos y acciones encubiertas. Según un informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos (CRS, por sus siglas en inglés), el primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó que los bombardeos continuarán “por tantos días como sea necesario”, aludiendo a las “amenazas existenciales” que, a su juicio, representa el programa nuclear iraní y su capacidad de misiles balísticos.
El mismo documento señala que las fuerzas israelíes lograron degradar las defensas aéreas iraníes, bases de misiles y sitios nucleares, y que en la operación habrían muerto altos mandos militares de Irán, científicos y asesores del régimen. Entre las bajas se mencionan el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas, los comandantes de la Guardia Revolucionaria (IRGC), de la Fuerza Aérea del IRGC y de la Fuerza Quds, además de un asesor del líder supremo responsable de las negociaciones nucleares y al menos diez científicos nucleares de alto nivel.
Irán respondió con el lanzamiento de 150 misiles contra territorio israelí, algunos de los cuales impactaron en Tel Aviv y causaron heridos civiles. El CRS indica que fuerzas estadounidenses ayudaron a interceptar algunos misiles, como lo hicieron durante los ataques con drones y misiles de Irán en abril y octubre de 2024.
La cancillería iraní calificó los ataques como una declaración de guerra en una carta al Consejo de Seguridad de la ONU. Por su parte, el líder supremo, Ali Khamenei, prometió que Israel enfrentaría un destino amargo y doloroso.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció que fue informado con anticipación de los planes israelíes. En una publicación en Truth Social, citada en el documento del Congreso, escribió: “Los ataques de Israel se produjeron al final del plazo de 60 días que establecí para que las negociaciones entre Estados Unidos e Irán llegaran a un acuerdo cuando comenzaron a mediados de abril”.
El secretario de Estado, Marco Rubio, declaró que Estados Unidos no estuvo involucrado en los bombardeos, aunque advirtió a Irán que no atacara a personal estadounidense. El CRS señala que algunos miembros del personal de Estados Unidos pueden haber comenzado a salir de la región antes de los ataques israelíes.
Como consecuencia directa, Irán suspendió la sexta ronda de negociaciones nucleares con Estados Unidos que estaba programada para el 15 de junio. El informe recoge que la televisión estatal iraní informó que Irán ha suspendido indefinidamente las negociaciones con EU tras el ataque.
En cuanto al programa nuclear iraní, la Agencia Internacional de Energía Atómica informó que uno de los sitios de enriquecimiento de uranio en Natanz fue destruido. También se reportaron ataques en instalaciones subterráneas en Fordow e Isfahán. El CRS advierte que el impacto puede depender de lo que permanezca del stock de uranio enriquecido, el conocimiento técnico acumulado y otras partes del programa, algunas de las cuales están bajo tierra y pueden ser menos vulnerables a ataques aéreos. En marzo de este año, las autoridades estadounidenses reiteraron que Irán no cuenta con un programa activo de armas nucleares, pero agregaron que el stock de uranio enriquecido de Irán está en su nivel más alto y es sin precedentes para un Estado sin armas nucleares.
A nivel regional, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Catar e Irak condenaron los ataques. El Consejo de Cooperación del Golfo declaró que las acciones de Israel violan el derecho internacional y pidió esfuerzos internacionales para evitar una escalada. Rusia y China también expresaron críticas severas a la operación israelí.
En el Congreso estadounidense, las reacciones fueron divididas. Algunos legisladores calificaron el ataque como comprensible y justificado; otros lo consideraron alarmante y advirtieron sobre los riesgos de una guerra más amplia en Medio Oriente.
El informe del CRS plantea una serie de interrogantes para los legisladores, incluyendo posibles repercusiones sobre ciudadanos estadounidenses en la región, riesgos de ataque a instalaciones de EU, posibles movimientos iraníes en el estrecho de Ormuz, y la necesidad de considerar límites o autorizaciones legislativas si el conflicto escala hacia una participación directa de Washington.
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