La campeona con mala suerte

agosto 26, 2022
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"La Cobrita" Pérez

En el verano de 2002, Mayela Pérez, una joven de 16 años impelida por la admiración a Julio César Chávez, llegó al Gimnasio Municipal de Saltillo para intentar aprender box.

Había conseguido un modesto trabajo de medio tiempo para poder pagar sus clases. No eran tiempos sencillos pues el boxeo no era un deporte asociado a los tradicionales roles de género. Al año siguiente debutaba en Houston, Texas, frente a Carolina Harris, una estadounidense que en esa ocasión peleó de local.

Mayela remite a las luces que se encendieron aquella noche de Houston el 5 de septiembre de 2003: las luces que simbólicamente iluminaron el camino de su vida, aunque en esa pelea las luces se apagaron materialmente después de cuatro rounds.

Porque la pelea fue a cuatro rounds. Un primero que midió habilidades de ambas esquinas; un segundo en el que Mayela se vio superada; un tercero en el que posiblemente emparejó y un último en el que se lució con numerosos ganchos al hígado, bien colocados y que, sin embargo, fueron insuficientes para superar la potencia de los golpes de Carolina Harris que traía ciertamente alguna ventaja en el despunte de peso.

Entonces Mayela Pérez enfrentó el veredicto: una decisión que dio el triunfo a Carolina Harris.

La derrota como debut. La derrota es duda razonable sobre el carácter. Por lo general, conocemos campeonas o campeones en su gloria y a veces en su caída; conocemos derrotas que desalientan, deprimen y cancelan al derrotado; el cine muestra el futuro mediocre de un peleador derrotado y, en ocasiones, las épicas motivacionales con que se supera la derrota, si se quiere a ritmo de Tiger Eye.

Descifrar el carácter frente a la derrota parece un tópico obligado a 20 años de que Mayela “La Cobrita” Pérez iniciara su entrenamiento y ganara tres títulos mundiales en los 19 años de carrera desde aquel debut en arenas internacionales de 2003, que se responde, para empezar, evitando el vocablo derrota.

“Perder una pelea no es sinónimo de pérdida. Al contrario, me da fuerza, me hace aumentar la constancia y disciplina en el entrenamiento; me obliga a fijarme nuevas metas. Perder una pelea me hace mejorar”, dice.

TRIUNFOS ROBADOS

El 2 de noviembre de 2006, Ana Arrazola debutó en la Ciudad Neza. En el Foro Azteca Budokan tuvo por oponente a Mayela “La Cobrita” Pérez. Fue el inicio de una carrera que para 2013 le daría a Arrazola el título mundial minimosca femenil de la Federación Mundial de Boxeo –que por alguna razón ya no defendió– y que en 2016 le permitiría conseguir el Plata del Consejo Mundial de Boxeo que perdió un año más tarde.

“La Bronca” Arrazola no ha logrado recuperar el título y tampoco ha vuelto a pelear contra la pugilista de su debut, Mayela “La Cobrita” Pérez, quien hasta ahora sostiene que aquella pelea de noviembre de 2006 fue un robo descarado en la que Arrazola inició su carrera con un empate conseguido sólo por ser la local.

“Yo siento que gano una pelea pero se la dan a las de las casas”.

No fue el primero. En el mundo del boxeo, “las casas” de pugilistas suelen tener preeminencia en la consideración de los jueces, una idea de corrupción y favoritismo es persistente en el deporte para el espectador y aun más para quien es pugilista.

La historia del triunfo convertido en empate se repitió el 16 de febrero de 2013 en Tulum cuando se disputaba el título juvenil del Consejo Mundial de Boxeo y desde la pura narración, la superioridad de “La Cobrita” sobre Doreli Valente por entonces la campeona mundial, fue notable:

El doctor Morales estuvo a cargo de la transmisión por Televisa, prácticamente todo la narración destacó la ventaja de Mayela, quien durante la pelea estaba segura de su superioridad como también lo estaba su esquina. De repente, la decisión de los jueces fue por “un empate injusto”.

Doreli es originaria de Cancún, así que era la peleadora local y conservó el título cuando en esa fecha “La Cobrita” debió coronarse campeona mundial.

En general, la injusticia es una constante del boxeo femenino. Como ocurre en la mayoría de los deportes, una pugilista gana el 10 por ciento de lo que gana un peleador. “La Cobrita” lo sabe. No puede vivir del box y peor siendo de “provincia”. Hay que trabajar.

LA MALA SUERTE

Para haber conseguido tres títulos mundiales, ser una profesionista en activo y una madre feliz, resulta llamativo que en sus redes sociales se describa a sí misma como alguien con mala suerte:

“Aries, con lumbral del dolor aumentado al cubo, cuando quiero algo lo obtengo pese a mi mala suerte”, se lee en su biografía de Facebook.

No es lamento sino autoafirmación: basa su confianza en la disciplina y la dedicación que por ahora le ha resultado en tres títulos mundiales y un ranking que la ubica como la decimotercera mejor boxeadora del mundo.

Luego, los triunfos no son cosa de suerte sino de trabajo. Punto.

Fue así como consiguió su primer empleo, modesto, para poder pagarse sus clases de box en 2002; fue con ese empleo y lo poco que ganaba de las peleas como logró sostenerse y graduarse como profesora en la Escuela Normal de Educación Física.

Es así como se ha mantenido sin ninguna lesión en la categoría “átomo” con solo 46 kilos de pura proteína y masa muscular que sólo cambian cuando decide ir por justas minimosca o mosca, o sea, cuando los carbohidratos perfectamente bien equilibrados le llevan a incrementar su peso.

Vecina desde siempre de la calle de Múzquiz, en Saltillo, La Cobrita imparte clases en una escuela primaria de un barrio popular. La realidad de la pobreza, los conflictos y las situaciones difíciles ahí, se han convertido en otra batalla: la de que sus alumnos no caigan en adicciones ni en los peligros que a veces el barrio plantea.

LA PELEA

El 7 de diciembre de 2018, Mayela “La Cobrita” Pérez enfrentó a la californiana Ava Knight en Las Vegas. Salió enfundada en un sarape saltillense en cuyo centro iba bordada una cobra.

Llegó con sus 45 combates previos, 19 ganados, cuatro empatados y 23 perdidos. Fue su más reciente pelea, pues entre embarazo, pandemia y situaciones familiares no ha vuelto al ring.

En casa, allá en los 90, llegó a ver las peleas de Julio César Chávez y su estilo tradicional; admiró luego el estilo “revolucionario” del ucraniano Vasyl Lomachenko; admiró y recibió consejos de la campeona Ana María Torres y estudió leyendas como la del “Ratón” Macías.

¿Qué encontraste, por ejemplo, en la historia del “Ratón” Macías?

Lo que me gustaba de él, su lealtad. Fue muy leal con su entrenador porque hay muchos que cambian de entrenador como cambian de calcetín.

Pero Mayela es su estilo, uno muy peculiar caracterizado por sus movimientos de cintura, por quiebres y la precisión de sus golpes, fuertes, duros, macizos, que Óscar Soberón, su entrenador, tuvo en la mente cuando al verla en pelear equiparó su estilo al del movimiento de las cobras y que le daría el mote con el que ha transitado a lo largo de dos décadas en los cuadriláteros.

En la pelea contra Ava Knight perdió por decisión unánime. No se amilanó, sigue entrenando aunque con cuatro años sin combate. Pero aun no decide el retiro. Convertida en madre, Mayela advierte que su hijo pequeño es el motor que la motiva a seguir creciendo como boxeadora, así que hay Cobrita para unos años más.

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