Por Ethel Arredondo
Comarca Lagunera.- En el corazón del desierto de Nevada miles de personas se reúnen cada año para dar vida a una ciudad efímera: Black Rock, donde el arte y la comunidad convergen en formas inesperadas.
Este 2025, entre las colosales estructuras que habitarán el festival Burning Man, se alzará una figura con raíces profundas: una venada monumental nacida en la Comarca Lagunera.
Se trata de Kauyumari, la Venada Azul, una escultura ceremonial creada en colectivo. La inició la artista Leyla Brashka y en ella participó un equipo multidisciplinario de 150 personas: artistas, diseñadores, arquitectos e ingenieros laguneros de la mano de artesanos y miembros de la comunidad wixárika, así como de la comunidad lagunera que colaboró activamente mediante talleres de cerámica y ebanistería.
Lejos de ser una simple pieza de arte, la venada es un centro ceremonial itinerante y una ofrenda colectiva que honra la medicina tradicional del peyote y a la cosmovisión wixárika.
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Al finalizar su paso por el festival estadunidense, estará en Torreón, Coahuila, compartiendo con la comunidad lagunera y será entregada como donación a un sitio sagrado de dicha comunidad indígena para convertirse en un espacio vivo de sanación y ceremonia.
Visión espiritual
La historia de Kauyumari se remonta a octubre de 2024, cuando Leyla Brashka comenzó a materializar la idea como una forma de agradecer a la medicina del peyote, que la acompañó en su proceso de duelo tras la muerte de su padre.
“La medicina me dio guía, alivio, contención. A partir de ahí caminé diez años con ella, y esta venada es una ofrenda de corazón”, comparte con emoción.
El diseño y la planeación arquitectónica arrancaron en octubre, pero la construcción física comenzó el 10 de abril último. Desde entonces, el equipo ha trabajado intensamente para que la venada esté lista el próximo 13 de julio, inaugurarla en Torreón, Coahuila, el 17 de Julio y prepararse para viajar a Estados Unidos el 10 de agosto. Con una estructura metálica que alcanza los seis metros y medio de alto en su punto más elevado (los cuernos), seis metros de largo y dos metros y medio de profundidad, la escultura alcanza un peso cercano a las cuatro toneladas.
La venada tiene un acceso por el pecho que simboliza entrar en su corazón, espacio desde donde los visitantes podrán ascender a la cabeza para, a través de sus ojos, creados de vitral, mirar el mundo desde su visión espiritual. No es sólo una escultura, es también un santuario: un centro ceremonial donde podrán realizarse ceremonias guiadas por marakames, guías espirituales del pueblo wixárika.
Chaquira a chaquira, la piel de la venada
Uno de los elementos más impresionantes de la obra es su recubrimiento: miles de micro piezas de chaquira componen la piel de la venada, colocadas una a una con paciencia y devoción por 18 artesanos wixáricas provenientes de San Andrés Cohamiata, Jalisco. Desde el 5 de junio ellos radican en La Laguna para plasmar en la venada su cosmogonía mediante estos símbolos sagrados con sentido ritual.
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“Cada cuenta representa algo más allá de lo visual: es un fragmento de una visión ceremonial. Los artesanos traen ese conocimiento ancestral, esa conexión viva con el peyote, el fuego, el venado, la serpiente bicéfala, el maíz. Cada figura que colocan en la piel de la venada tiene propósito, tiene historia”, detalla Leyla.
Además de la chaquira, la escultura integra vitrales elaborados por Fernando Montaña, estructuras metálicas forjadas por los herreros Ramón, Juanito y Alejandro, y un mural de cerámica colectiva a cargo del artista Ricardo Rodríguez, que representa el desierto de Wirikuta. “Este es un esfuerzo colectivo, artístico y espiritual. Nos atraviesa a todos”, dice Brashka.
Un altar temporal que honra lo eterno
En el taller donde actualmente se arma la venada se ha montado un altar como homenaje a la cosmogonía wixárika. Ahí se resguardan plantas vivas de peyote, ojos de Dios, flores y pequeñas esculturas de venaditas, elementos simbólicos que acompañan el proceso creativo y espiritual. “El altar viajará con la venada, siendo parte esencial en el proceso. Nos recuerda el porqué de cada acción, de cada esfuerzo”, comenta la artista.
Este espacio ha servido también como sitio de encuentro y enseñanza, donde se han realizado talleres de cerámica, ebanistería y cosmovisión dirigidos a la comunidad lagunera. A la fecha, más de 150 personas han participado en estos encuentros que buscan construir no sólo una escultura, sino una comunidad más consciente y vinculada con sus raíces.
El peyote, sagrado y en riesgo
El hikuri o peyote (Lophophora williamsii) es un cactus que crece de manera silvestre en el desierto de Wirikuta y otras zonas áridas del norte de México. De crecimiento extremadamente lento, esta planta ha sido utilizada durante milenios por los pueblos originarios como una medicina espiritual, que permite conectar con lo sagrado, sanar emociones profundas y recibir visiones durante los rituales.
Hoy el peyote enfrenta serias amenazas: desde la pérdida de su hábitat natural, hasta el saqueo por parte de turistas y consumidores no rituales. Instituciones como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), así como diversas organizaciones, han alertado sobre su posible extinción. “El consumo del peyote debe estar guiado por quienes lo han protegido desde siempre: la comunidad wixárika. Ellos saben cómo recolectarlo sin dañarlo, cómo usarlo en ceremonia. Nadie más tiene ese permiso, ni ético ni espiritual”, advierte Leyla Brashka.
Y aclara: “Esta medicina no es recreativa. Es profunda. Y para que siga existiendo, debemos respetarla”.
De La Comarca al desierto de Nevada
La venada forma parte de las obras honorarias del Burning Man 2025. Este festival, que surgió en San Francisco en 1986 y se trasladó al desierto de Black Rock en 1991, es conocido por su carácter inclusivo y por promover la libertad creativa sin límites.
Durante una semana los participantes construyen campamentos, instalaciones y esculturas de gran formato que luego desmontan completamente, siguiendo el principio de “no dejar rastro”.
En medio de condiciones extremas –calor abrasador, tormentas de polvo, aislamiento geográfico– florece una comunidad temporal que celebra la diversidad, la colaboración y la expresión radical. Uno de los rituales más esperados es la quema del Hombre, una figura colosal de madera que arde al final del festival como símbolo de transformación.
Burning Man es también un referente global de inclusión. Grupos como el Mobility Camp, Da Dirty Hands (personas sordas), Blind Burners (ciegos o con visión parcial) y Uni-Corny (para personas con alergias alimentarias) muestran cómo un festival puede adaptarse para que todos, sin importar sus capacidades, puedan vivir la experiencia en comunidad.
Mobility Camp, fundado en el año 2000, proporciona vehículos accesibles, estaciones de carga para dispositivos médicos y campamentos adaptados. Participantes como Dani Moore, que asistió al festival en silla de ruedas, o Emily Jacobs, quien tras perder una pierna encontró allí una comunidad que la acogió y fortaleció, son ejemplos de cómo el arte puede ser una forma de resiliencia y sanación.
“La venada será parte de esta comunidad -dice Leyla-. Una escultura que habla desde las raíces indígenas de México, desde la medicina del desierto, pero también desde la colaboración multicultural, desde el arte hecho en colectivo, con el alma”.
El proyecto Kauyumari se sostiene con aportaciones voluntarias de personas, empresas y fundaciones. “Invitamos a quien quiera sumar, a que se acerque. Este proyecto es de todos. Hay espacio para ayudar con recursos, tiempo, difusión, o simplemente con presencia en los talleres”, comparte Leyla.
Los detalles del proyecto pueden consultarse en www.kauyumariceremonial.com.mx y en Instagram como @kauyumariceremonial. También se encuentra activa una campaña en GoFundMe para quienes deseen apoyar económicamente en la página web.
“La venada está viva. No sólo es una escultura, es un altar que camina. Una medicina que se mueve. Un corazón que late en el desierto, desde la montaña hasta la arena, desde Wirikuta hasta Nevada. Y lo más hermoso es que es de todos”, concluye Leyla Brashka.
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