Cada 20 segundos, una adolescente se convierte en madre en América Latina y el Caribe

abril 22, 2025
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Ciudad de México.- Cada 20 segundos, una adolescente se convierte en madre en América Latina y el Caribe, esto implica que anualmente un millón 600 mil jóvenes dan a luz en nuestra región. Y aunque hablar del embarazo temprano se ha convertido en algo reiterado en las agendas -que se suman a pobres acciones políticas-, mirar el fenómeno desde un crisol interseccional es fundamental, pues en medio, son las adolescencias indígenas y afrodescendientes quienes cargan con mayor crudeza los estragos de la violencia y la feminización de la pobreza.

El embarazo en adolescentes y la maternidad temprana perpetúan desigualdades estructurales, afectando desproporcionadamente a adolescentes rurales, indígenas, afrodescendientes, pobres y con menor nivel educativo, según ha encontrado el más reciente estudio de la UNFPA, donde se evidencia que, las juventudes que pertenecen a estos sectores enfrentan las tasas más altas de embarazo y con ello, se marca una pauta para agudizar contextos de pobreza y obstaculizar su acceso a la educación; mejores oportunidades de vida y laborales.

Para entender a profundidad qué implica este hecho y si, realmente México puede hablar de la abolición del embarazo adolescente en todos sus contextos, Cimacnoticias entrevistó a Gabriela Rivera, Oficial Nacional de Salud Sexual y Reproductiva de UNFPA México quien advierte: Sí es posible erradicar el embarazo adolescente, pero para ello, necesitamos voluntad política.

Sobre feminización de la pobreza, discriminación y racialización

Gabriela Rivera rescata que, por ejemplo, las regiones con Índice de Desarrollo Humano (IDH) más bajo presentan una TEFA dos veces más alta que las regiones con IDH más alto. Concretamente, se apunta a que los países con menor desarrollo tienden a enfrentar las tasas más altas de embarazo adolescente, un hecho que atraviesa, particularmente, a las comunidades afrodescendientes.

La Oficial Nacional de la UNFPA, recuerda que, al menos en nuestra región, las adolescentes de comunidades afro tienen 50% más madres adolescentes que sus pares -otras jóvenes- de otros sectores. Pero, ¿por qué se gesta esto y cuáles son las implicaciones futuras en la vida de estas adolescentes?

Según la UNFPA, el embarazo en adolescentes se ve agravado en la población afrodescendiente por su sobrerrepresentación entre los grupos en situación de pobreza, contribuyendo a aumentar las brechas étnico-raciales entre las jóvenes que no están incluidas en el sistema educativo y laboral.

Este fenómeno se identifica de manera palpable en países como Costa Rica, Belice, Guatemala y Panamá donde las adolescentes afrodescendientes representan los números más altos de embarazos, sin embargo, a pesar de que se ha identificado una clara brecha, las políticas públicas no han logrado erradicar este fenómeno que tiende a darse en las costas caribeñas de esos países.

Esto apunta a un profundo desconocimiento -heredado de un sistema colonial- para producir políticas certeras y cercanas a las poblaciones afrodescendientes, especialmente, en países como México donde hasta hace unos años, el Estado ni siquiera contemplaba a este sector en las encuestas demográficas nacionales y donde, en añadidura, la población afrodescendientes ocupa una minoría -prácticamente nula- en las tomas de decisión políticas.

Los resultados consolidados de los 15 estudios del sistema de medición de la UNFPA «Metodología para estimar los Impactos Laborales, Educativos, en la Nómina y Asistenciales del Embarazo en Adolescentes y la Maternidad Temprana (MILENA) » subrayan que el embarazo en adolescentes y la maternidad temprana tienen mayor impacto en las mujeres y su entorno, siendo un obstáculo importante para interrumpir el ciclo de la pobreza. Esto último, derivado de que, en nuestra región, el 47% de los embarazos prematuros se dan durante la primaria; último rango de estudios para estas mujeres quienes percibirán salarios mínimos, a comparación de las mujeres con mayor nivel de estudios.

Por ejemplo, en México, las mujeres con educación primaria, obtendrán un ingreso anual de 2 mil dólares (aproximadamente 40 mil pesos o 3 mil 333 pesos mensuales), mientras que las mujeres con educación preparatoria obtendrán un ingreso doble de 8 mil dólares; más de 6 mil pesos mensuales.

A sabiendas de que, el embarazo adolescente / infantil implica, en la mayoría de los casos, una cooptación a mejores oportunidades laborales y educativas, podría apostarse a que la movilidad social puede ser distinta en algunos casos y esto es cierto, pero para acceder a mejores oportunidades en la vida futura de estas madres, primero, se necesita algo imprescindible: Ser blanca.

De esto último, deviene que la feminización de la pobreza no sólo se trate de un fenómeno estructural que se recargue con mayor peso sobre las niñas y adolescentes indígenas y/o afro, sino que además, tiene sus raíces en un sistema de segregación racial.

La movilidad social y su raíz en la discriminación

No basta sólo hablar de género y embarazo adolescente para señalar el ciclo de la pobreza sobre las mujeres, sino a esta fórmula, siempre se le debe añadir la tonalidad de piel como un eje rector que puede decidir mayor prosperidad en su vida adulta.

Esto último, documentado por el informe «Unequal Gradients: Sex, Skin Tone and Intergenerational Economic Mobility» del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, donde se señala que, entre más clara la piel, se tiene mayor probabilidad de alcanzar una mejor movilidad social; las mujeres de piel clara suelen acceder a una mejor calidad de vida en la vida adulta -aunque hayan nacido en contextos de pobreza-, a diferencia de las mujeres con orígenes indígenas o afro.

Según refiere el documento, las mujeres de piel blanca que nacen en una posición económica favorable tienden a quedarse en la misma posición de riqueza. Mientras que, las mujeres con rasgos eurocentristas –como la piel blanca y ojos claros-, tienden a ser elegibles en el mercado patriarcal, según documenta el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, concretamente: Son elegidas por hombres con una mayor posición económica, mientras que las mujeres de piel más oscura encaran la violencia, la discriminación y la imposibilidad, incluso, de acceder a mejores oportunidades en el mercado laboral durante su adultez.

Erradicar el embarazo adolescente: ¿Realidad o un imposible?

La feminización de la pobreza se refiere a la sobrerrepresentación de las mujeres entre la población en situación de pobreza y extrema pobreza. Este indicador es clave para mostrar cómo los esfuerzos de reducción de la pobreza en la región no han beneficiado de igual manera a hombres y mujeres, y evidencia que la pobreza afecta de manera desproporcionada a las mujeres, especialmente en hogares con niños y niñas. Los hogares pobres tienden a concentrar una mayor proporción de mujeres en edades de mayor demanda productiva y reproductiva, lo que refleja su falta de autonomía económica.

Gabriela Rivera apunta que, para completar esa dimensión del embarazo adolescente / infantil, también se debe apuntar al cuidado que implica hacerse responsable de una infancia; son años y años de trabajo por garantizar alimentación, seguridad y educación. Mismo, que no permite a las mujeres retomar sus estudios.

La especialista cita al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la institución encargada de medir la pobreza en México, quienes realizaron un esfuerzo por incluir la perspectiva de género en la medición multidimensional de la pobreza de 2020 para conocer los niveles de pobreza y carencias sociales por sexo en relación con el tiempo dedicado a los quehaceres domésticos y al cuidado de los integrantes del hogar. En el caso de las mujeres que dedicaron más de cuatro horas al día al quehacer del hogar, 47.4% vivieron en situación de pobreza, mientras que para los hombres que dedicaron el mismo tiempo la tasa fue de 36.9%.

Ahora bien, con este panorama que mezcla una mirada a la segregación racial, pero también de cuidados, se pone en el visor el cuestionar, ¿realmente todo tiene qué ver con educación sexual? Con frecuencia, se pone el peso sobre las mismas adolescencias, señalando que deben atender la educación y prevenirse por cuenta propia, sin embargo, ¿qué tantos resultados tiene esto?, ¿podemos virar a otras herramientas?

Gabriela Rivera responde que sí. Aunque reconoce la importancia de la educación sexual, esta no debe ser aislada, por el contrario, se debe articular, para empezar, con convertir la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA) en un Programa Nacional para que se le asigne

presupuesto etiquetado. Posteriormente, se puede hablar de accesos a servicios de salud integral, políticas públicas interseccionales que atiendan los fenómenos expuestos en este artículo (como la segregación racial). Una vez que se tenga un sistema de salud sexual y reproductiva sólida, así como un marco normativo bien blindado, entonces, se puede producir la transformación del paradigma.

«[Se debe] fortalecer la autonomía de niñas y adolescentes [así como su] capacidad de toma de decisiones, promoviendo su participación en la vida social y política. [además de] desafiar los estereotipos de género y las normas que perpetúan la desigualdad y la discriminación» (Gabriela Rivera)

Para lograrlo, la Oficial Nacional de Salud Sexual y Reproductiva de UNFPA México refiere que, sólo se podrá erradicar el embarazo adolescente -en todas sus dimensiones-, con las siguientes estrategias:

  • Presupuesto adecuado: Se requiere inversión en programas de educación sexual integral, servicios de salud sexual y reproductiva, y programas de empoderamiento para niñas y adolescentes.
  • Alianzas estratégicas: Es necesario fortalecer la colaboración entre diferentes sectores y actores, incluyendo organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y medios de comunicación.

CIMAC Noticias 

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